¿Aceleradores o frenos profesionales?
En un mundo de tópicos he echado un vistazo a los supuestos aceleradores más recurrentes. La idea no fue mía, sino de Montse Mateos de Expansión, para quien elaboré esta…
En un mundo de tópicos he echado un vistazo a los supuestos aceleradores más recurrentes. La idea no fue mía, sino de Montse Mateos de Expansión, para quien elaboré esta…
“No sé nada acerca de cómo superar a otros. Solo conozco el modo de superarme a mí mismo”. - Código de Bushido (o del samurái) ¿Cómo sería la vida si…
Comenzamos una temporada interesante, el final de casi un año de trabajo, el estrés por terminar todo antes de que lleguen las vacaciones, la ilusión de irse de vacaciones… o…
¿Te ha pasado que un mensaje de texto te ha disparado los peores augurios? o ¿has pensado que el emisor era la persona más borde del planeta? A mí sí, muchas veces. No puedo negar que en más de x+1 veces, un WhatsApp o un mail me ha llevado al teclado a escribir lo que con toda seguridad hubiera provocado un desastre.
Mi freno está en que sé lo difícil que es interpretar las emociones de los otros incluso cara a cara, así que con textos cortitos sin expresiones faciales ni tonos de voz, el mal rollo puede estar asegurado.
Con este post quiero compartir unas claves sencillas para leer las emociones en los mensajes de texto, o al menos para no pisar el acelerador de las nuestras y dar espacio a la reflexión y la pregunta. Veamos…
– Ante la duda, piensa bien del otro. La brevedad de los mensajes de texto y las prisas eluden incluir el estado de ánimo. Por eso cuando un texto te contraríe, observa tus emociones y recuérdate que no tienes datos. No le des de comer a tu mente más demente con conclusiones y juicios que seguramente no tienen nada que ver con la realidad.
– Recuerda: todos tenemos sesgos cognitivos inconscientes. El problema es que no sabemos los del otro, a veces ni los nuestros propios. Así, la misma información puede llevar a personas diferentes a conclusiones muy diferentes.
– Las palabras provocan emociones. Importantísimo tenerlo muy presente, es decir lo que tú crees entender a lo mejor no es lo que te quiere decir. La misma palabra para una persona puede ser neutra, para otra positiva y para otra un insulto. La historia personal y el contexto determinan enormemente las emociones que una palabra desencadena.
– No asumas cómo se siente la otra persona. Con textos breves y entrecortados, sin la información sobre cómo se siente esa persona, es muy difícil acertar. En el mundo del texto, interpretar las emociones de los otros es un pasaje al error.
– Pregunta con inocencia. Es la clave para acabar con los malos entendidos. Así que pregunta desde la presunción de inocencia del otro, queriendo saber y no buscando la confirmación de nuestras interpretaciones.
– Recurre a la voz. No lo dudes, deja el teclado y llama cuando sientas que no entiendes y que el malestar te está secuestrando.
– Expresa tus emociones explícitamente. Incluye en tus mensajes tu estado de ánimo explícitamente con palabras o emoticonos. Evitarás más de un disgusto silencioso.
– Utiliza los emoticonos a tu favor. Una imagen vale más que mil palabras. Si no sabes cómo sentará tu mensaje escrito, puedes clarificar tus intenciones con un símbolo sobre cómo te sientes.
Feliz de compartir las neurotonterías más famosas del momento. He disfrutado muchísimo con esta serie que trata de poner luz en el apasionante ámbito del estudio de nuestro cerebro. Los…
El estrés crónico se ha convertido en una realidad para muchas personas. Las alarmas suenan por todas partes pero también las soluciones. Antes de avanzar con los antídotos, animo a…
¿Quieres ser feliz? Trabaja tu perseverancia. Es un axioma que ha sido indestructible a lo largo de la historia de la evolución humana. Y aunque suene muy rotundo, es una de las cualidades más importantes para la felicidad. La perseverancia tiene que ver con seguir adelante a pesar de las circunstancias, mantenerte firme en tu propósito y no tirar la toalla cuando hay dificultades. Para ser perseverante, es fundamental tener claro el objetivo, el porqué, el propósito… que funcionan como motor y guía para seguir adelante.
Pero lo mejor es que la perseverancia se aprende, por lo que es fundamental sembrar esa semilla desde pequeños y cultivarla en la adolescencia.
En un mundo cada vez más volátil, la perseverancia como valor parece estar en crisis. Muchas personas no valoran esta cualidad porque la relacionan con la dificultad para el cambio, con la terquedad o con la necesidad de tener la razón. Sin embargo, la perseverancia no tiene que ver con estos comportamientos. Teniendo en cuenta los niveles de desarrollo de esta cualidad, en los más altos podemos encontrar lo que hoy se denomina “iteración”, tan de moda y muy valorada en las organizaciones. Iterar significa repetir una acción e ir mejorándola con la información obtenida hasta encontrar la óptima.
Anatomía de la perseverancia
Si deconstruimos la perseverancia, vemos distintos grados de desarrollo de esta cualidad. Así, en un nivel inicial, encontramos personas que persisten en sus objetivos a pesar de las dificultades. En un nivel medio de perseverancia, tendríamos a personas que son capaces de pedir ayuda para conseguir sus objetivos y seguir adelante. Y en el nivel más alto encontramos personas que, además, son capaces de dejar de hacer cosas que no contribuyen a su objetivo e incluso cambiar el rumbo cuando es necesario; aprenden de los errores y rediseñan su estrategia. Si no somos capaces de dejar de hacer o de realizar cambios en nuestra ruta, desde mi punto de vista, no hablaríamos de perseverancia sino de terquedad.
Además, las personas perseverantes actúan a pesar del miedo. No lo anulan, si no, serían kamikazes.
A su vez, la perseverancia está muy relacionada con el optimismo y es una de las cualidades más valoradas en las organizaciones, sobre todo en áreas comerciales que saben de primera mano lo importante que es.
La perseverancia marca la diferencia
Desde mi experiencia, la perseverancia marca la diferencia entre las personas. ¿Tanto? Sí, porque hoy en día ya no son tan importantes las decisiones, sino las ejecuciones. Una buena decisión mal ejecutada o que no se lleva a su fin, o que pierda fuerza, se convierte en una pésima decisión… y una mala decisión, si está bien ejecutada, si hay iteración y aprendizaje, puede transformarse en la mejor opción.
Así que sigamos el consejo del gran William James: “Actúa como si lo que hicieras marcase la diferencia. Lo hace”. Al que yo añado: con toda la perseverancia de que seas capaz.
¡Cultívala y serás imparable! Por todo esto te propongo que #PongamosDeModaLaPerserverancia y disfrutemos de nuestros logros, que con esfuerzo sin duda nos llevarán a una mejor vida.
En este post continuación del titulado: “Negocio ¿La negación del ocio?”, me propongo fomentar el cambio de tendencia. Pero antes es necesario entender por qué es tan importante el descanso y el ocio para ser más productivos. Veamos algunos datos interesantes.
La mayor parte de los trabajadores del conocimiento permanecen estáticos bastantes horas. Esto implica menor liberación de dopamina y hay menos conectividad en la corteza prefrontal, que es donde están las funciones ejecutivas, fundamentales en este tipo de trabajo y en cualquier proceso de aprendizaje. Además, bajan los niveles de oxigenación del cerebro y desciende la concentración.
En los últimos cinco años se están produciendo numerosas investigaciones que relacionan la actividad física con cambios en distintas áreas del cerebro. Algunos estudios muestran alteraciones en el hipocampo (encargado de la memoria y procesos emocionales) y otros en la corteza prefontral (incidiendo en la función ejecutiva), mientras que investigaciones realizadas en laboratorio indican que el ejercicio físico aeróbico mejora la BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), la proteína encargada del crecimiento de nuevas neuronas y de la producción de sinapsis entre ellas, habiendo sido reconocida su importancia, especialmente en la memoria a largo plazo. Desde este punto de vista, disponer de tiempo para el ocio y para practicar deporte debería ser obligatorio.
Y si hablamos de creatividad, podemos afirmar que es un estado mental que requiere una inducción. No podemos forzarla, ni acceder a ella inmediatamente ni de forma directa. Y no hay nada más contraproducente para la creatividad que ocupar todo nuestro tiempo con trabajo y actividad. Estudios recientes revelan que para dar rienda suelta a la creatividad es imprescindible aburrirse un poco.
Ocio, la clave del talento
Hay muchas evidencias que nos permiten afirmar que una de las vías más rápidas para alcanzar y desarrollar todo nuestro potencial es el ocio. La neurociencia apuesta por el valor de la ociosidad. El neurocientífico y profesor de la Universidad de Nueva York Andrew Smart plantea que no hacer nada, literalmente, conduce a un mejor funcionamiento cerebral: “El cerebro posee una red llamada red neuronal por defecto (RND) que se vuelve muy activa cuando estamos ociosos y que permite acceder al inconsciente, a la creatividad y a las emociones. Cuando estamos terriblemente ocupados todo el tiempo, la actividad en la RND se suprime y muchos estudios muestran ahora que esto puede tener consecuencias negativas para la salud a largo plazo”.
Según las evidencias, algunas acciones hacia las que deberíamos acercarnos en el mundo de las organizaciones podrían ser:
La exigencia de la productividad no solo pone en riesgo nuestro potencial y nuestra capacidad creativa, sino que además, cuando los profesionales no tienen tiempo para su ocio, la empresa paga un alto precio.
“El ocio ayuda a restaurar la percepción de que las actividades que realizamos son valiosas o útiles”. Andreas Elpidorou, profesor de Filosofía en la Universidad de Louisville
La fatiga y el cansancio mental nos llevan a tener un juicio deficiente, pensar con menos claridad, tener dificultades de autocontrol y problemas de creatividad. Por eso es tan importante cuidar la higiene mental, incorporando descansos periódicos y fomentando las distracciones. Pero vamos más allá de la jornada laboral, en un mundo cada vez más conectado, en el que la tecnología y las redes sociales se han colado en nuestro tiempo de ocio. Es clave encontrar un antídoto.
Cada vez son más las personas que cuando tienen un descanso o van al aseo, aprovechan para abrir Instagram, LinkedIn o Twitter… Podemos afirmar que las redes sociales ocupan parte de nuestro tiempo libre porque hemos llegado a la situación de que también en los momentos de ocio nos conectamos para decir a nuestros seguidores lo que estamos haciendo… y al final no estamos en lo que estamos; incluso en el ocio, tampoco desconectamos. Y este es el problema de la hiperconexión: estás conectado durante tu jornada laboral y fuera de ella también, aunque no sean temas de trabajo. De hecho, según el último informe de Hootsuite y We Are Social con datos de más de 200 países, en España, el 92 % de los usuarios se conecta diariamente; el 6 % al menos una vez a la semana y el 2 % como mínimo una vez al mes. El tiempo que los usuarios españoles pasan en internet es de 5,20 horas diarias; en televisión, de 2,53 horas; en redes sociales, 1,38 horas y escuchando música en streaming o por transmisión directa en internet, 45 minutos.
Pero no solo la hiperconexión es nuestro enemigo, las largas jornadas laborales también contribuyen a acelerar el estrés mental. Un reciente estudio británico con una muestra de más de un millón de trabajadores reveló que las personas que trabajan más de 55 horas semanales tienen un 33 % más de riesgo de sufrir un infarto que quienes se limitan a una vida laboral de 35 o 40 horas a la semana. Además, quedarte sin vacaciones puede hacer que tengas el doble de posibilidades de sufrir un ataque cardíaco. La ciencia no cesa de demostrar que la ausencia de tiempo libre es insana. El exceso de trabajo es un estresor crónico y el estrés continuado produce un aumento de los niveles de cortisol, pérdida de neuronas y fallos en la función cerebral.
Todas estas evidencias deberían concienciarnos sobre la importancia de mantener un equilibrio entre trabajo y ocio como elemento clave para nuestra salud física y mental. En muchas ocasiones echamos la culpa a nuestros empleadores; sin embargo, en esto hay un sesgo cognitivo porque nosotros mismos podemos ser nuestro mayor enemigo en este sentido: la carencia de tiempo libre se ha convertido en algo de lo que presumir. De hecho, cuando alguien te pregunta “¿Cómo estás?”, queda muy bien responder “Bufff… estoy muy ocupada” y es una especie de sinónimo de que te va bien en la vida. De hecho, la Universidad de Columbia, en colaboración con Harvard, realizó en 2016 una investigación que demostró que mostrarse muy ocupado influye positivamente en cómo nos perciben los demás. Incluso en nuestras creencias más profundas colocamos al ocio en un lugar opuesto al trabajo. Pero la realidad es que tener poco tiempo libre nos aleja bastante del bienestar.
……………………………………………………………………… (más…)
A menudo periodistas, profesionales y directivos me preguntan cuáles son los temas que van a pegar fuerte a partir de este año y que ya son una realidad en muchas…