Gratitud, el elixir de las empresas responsables
En plena explosión de estudios sobre los beneficios de la gratitud, podemos afirmar que no solo transforma a las personas sino que también lo hace con todas nuestras formas de…
En plena explosión de estudios sobre los beneficios de la gratitud, podemos afirmar que no solo transforma a las personas sino que también lo hace con todas nuestras formas de…
¿Qué tal si comenzamos 2019 espantando fantasmas? Uno de los que más nos atemoriza es el miedo a perder el empleo a las puertas de la revolución 4.0. Sin embargo,…
Seguro que a veces te gustaría ser como los superhéroes del cómic y las películas y poder contar con superpoderes que te ayuden a conseguir cosas que te parecen imposibles a primera vista. La realidad es que es más fácil de lo que piensas si pones a la neurociencia de tu parte. A continuación verás unas claves sencillas y poderosas.
Aprender a “doparnos” de manera natural. ¿Cómo? Activando el circuito de recompensa de nuestro cerebro. Sabemos que cuando la dopamina es protagonista somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos, es como si estuviéramos literalmente dopados. Este maravilloso neurotransmisor es la base de la motivación, pues nos moviliza hacia el estímulo que la provoca. Y también es la base del aprendizaje, pues nos ayuda con la atención y la retención. Activamos este circuito cuando estamos tranquilos y hay emociones positivas, por ejemplo con el agradecimiento o el feedback apreciativo.
Identificar los engaños del cerebro. El cerebro nos engaña constantemente y es una cuestión de supervivencia. Conocer nuestros sesgos inconscientes resulta clave para poder superarnos. Algunos sesgos tienen que ver con completar información cuando hay incertidumbre… por cierto, solemos ponernos siempre en el peor de los casos. Dotar de realidad a nuestros pensamientos negativos o catastrofistas, nos ayudará a disipar este tipo de sesgos.
Descubrir el poder de las elecciones. Cada una de nuestras acciones viene precedida siempre de una orden que damos a nuestras neuronas motoras para que se pongan en movimiento. Podríamos ser más libres de lo que somos, ya que constantemente estamos eligiendo lo que vamos a hacer. Sin embargo, no siempre somos conscientes de ello… esto es por un lado porque nos han educado en esta filosofía y, por otro, porque el margen de maniobra que tenemos es muy reducido, pues hablamos de microsegundos. La clave está en el tiempo, necesitamos tiempo para procesar la información. El tiempo marca la diferencia entre reaccionar (cuando actuamos automáticamente ante un estímulo externo) y responder (cuando elegimos la actuación ante un estímulo externo). Pararse de vez en cuando en situaciones importantes y tomarse un tiempo puede ayudar a dejar de reaccionar y empezar a responder.
Utilizar el lenguaje como motor emocional. Lo que decimos nos desnuda. Las palabras que empleamos para definir la realidad son una proyección sobre cómo vemos el mundo y cómo estamos por dentro. Por otra parte, las palabras activan en nosotros emociones, acciones y pensamientos. Por ejemplo, no es lo mismo decir “voy a intentarlo” que decir “voy a hacerlo”, ni siquiera es lo mismo que “voy a lograrlo”. Aunque estemos hablando sobre la misma acción, la connotación que le damos con el lenguaje, el nivel de intensidad de cada una de estas expresiones, es diferente e implica una orden con diferente nivel de intensidad en tu cerebro. Aprender a utilizar un lenguaje capacitador puede ayudarnos muchísimo a tener más energía, a ser más optimistas y a influir en los demás.
Aplicar la filosofía de “hacer nada” o perder el tiempo varias veces al día. Está demostrado científicamente que las mejores ideas surgen cuando no fuerzas a tu cerebro. Esto es así porque el cerebro necesita tranquilidad para poder ponerse en alto rendimiento (creatividad). Sabemos que justo antes de un “eureka” (onda gamma: patrón de oscilación neuronal que habitualmente está en torno a los 40 Hz) nuestro cerebro estaba ensimismado, muy relajado, con los ojos cerrados aunque despierto (onda alfa: en torno a los 8-13 Hz). Esto explica fenómenos como la procrastinación: tendemos a posponer lo que tenemos que hacer cuando implica dificultad y mientras tanto hacemos otras cosas intrascendentes. Es un mecanismo del cerebro para dar ese salto creativo, que te lleva a hacer cosas sencillas, como perder el tiempo previamente. Por eso las mejores ideas surgen cuando menos te lo esperas. Si esto lo aplicamos conscientemente varias veces al día, notaremos cómo incrementa nuestra capacidad para encontrar nuevas soluciones, relacionar conceptos y tomar decisiones entre otras cosas.
¿Mi propuesta? Aprovecha estas fechas navideñas para incorporar a tus hábitos estos superpoderes. ¿Mi deseo? Que 2019 sea un año memorable en nuestras vidas.
¡Feliz Navidad!
Este es un post extraño. El título no miente, y es que te voy a proponer que asistas a tu funeral. Raro, ¿verdad? Pero el motivo merece el reto: reflexionar…
La respuesta es sencilla: potencia nuestro aprendizaje en la vida profesional. A mediados de los años noventa, los profesores Michael Lombardo y Robert Eichinger se preguntaron cómo configuraba su conocimiento un profesional de éxito. Para averiguarlo, preguntaron a más de doscientos directivos sobre cómo habían aprendido lo que sabían.
Las conclusiones del estudio mostraron un modelo: la mayor parte del aprendizaje en la edad adulta –el 70 %– se produce por la propia práctica del trabajo, resolviendo retos, solucionando problemas e imprevistos… es decir, enfrentándose a las situaciones habituales que exige su labor. La segunda gran fuente de aprendizaje son los otros, aprender de la experiencia de otras personas o a través de ellas (un 20 %). Aquí entran en juego técnicas como el coaching y el mentoring, así como el feedback formal e informal recibido de sus compañeros o superiores.
Así pues, vemos que en la percepción de los directivos, el 90 % de su conocimiento proviene de la experiencia, ya sea suya o de otros. En ese modelo, solo el 10 % restante del conocimiento procede del aprendizaje formal, programas de formación, cursos, seminarios, asistencia a eventos, etc.
Y a la luz de esta evidencia, cada vez son más las organizaciones que están mirando hacia ese 20 % del aprendizaje que procede de la experiencia colectiva, poniendo en marcha programas de mentoring no solo para el desarrollo de la carrera de sus profesionales, sino también para optimizar sus procesos, asegurándose de que las buenas prácticas se mantienen y la cultura de la empresa se consolida.
Así que el mentoring es sobre todo un proceso de enriquecimiento profesional y personal, un proceso bidireccional con el que crecen el mentee y el mentor, pero sobre todo crece la organización, que ve cómo crea valor en cuatro dimensiones fundamentales para la gestión de personas:
Y la última pregunta: ¿Me acompañas al maravilloso mundo del mentoring?
Para adentrarnos en este viaje, te propongo descargarte “El ebook del mentoring” en www.bementoring.com y www.be-up.es, donde además de lo que aquí te cuento, seguro que encuentras respuestas a muchas más preguntas. Y después si tú sí ya es un “sí quiero”, llámanos.
Por cierto… ¿sabías que la Nasa tiene en marcha un programa de mentoring? Se llama Mentoring Matters y no solo ha ayudado a la transmisión de conocimiento y habilidades en su seno, sino que también ha ayudado a la agencia espacial a potenciar las relaciones entre distintos centros y departamentos, así como la diversidad y la inclusión en toda la organización.
Y ahora sí acabo este post. Mil gracias por llegar hasta aquí!!!
No nos engañemos, cuando esperas un resultado diferente del que finalmente consigues, realmente es una faena… por no decir otra cosa. A día de hoy no conozco a nadie a quien que le guste equivocarse por mucho que estén de moda las grandes frases sobre lo guay que es fracasar.
Sin embargo, tener la madurez y los recursos suficientes para entender lo sucedido, sacudirte el polvo y aprender para la siguiente ocasión, hacen que esa frustración haya merecido la pena. Hay personas que ante un fracaso no remontan, o tardan mucho tiempo en hacerlo y se regocijan en su sufrimiento, y otras personas sin embargo tienen la capacidad de seguir adelante rápidamente. ¿Dónde está la diferencia? Pues en el desarrollo de las habilidades que tiene cada uno y no en el fracaso en sí mismo. Me explico: hay personas que tienen un optimismo y una autoconfianza tan desarrollados que no van a ver fracaso en ningún error que cometan. Por tanto, la interpretación que hacemos de la realidad, e incluso, como la nombremos –error, equivocación, aprendizaje, fracaso, fallo, “cagada”…– van a condicionar nuestro seguir adelante ante un tropezón.
Cuando aprendemos de nuestros errores, ganamos experiencia, realidad, humildad, aprendemos a pedir ayuda –que, por cierto, es toda una habilidad y una gran fortaleza–… En definitiva, ganamos “callo” (aquello que se forma en nosotros después de que se unan los fragmentos de una fractura o por el roce de algo). El callo es la marca o señal de las personas resilientes. Tener callo te permite enfrentarte mejor a nuevas e inesperadas situaciones… aunque los callos también hay que cuidarlos ;).
Algunas recomendaciones para cuidar esos “callos”:
– Pasa el duelo y respétate. Equivocarse duele… por ello hay que recuperarse de ese dolor y el tiempo ayuda. Habrá negación, miedo, tristeza, enfado, etc. Cada emoción cumple su función y pasar por encima de ellas no nos hará sentir mejor, todo lo contrario. Así que no sirve no sentir.
– Busca un hilo conductor. Es decir, mira la situación como una historia. Eso te permite entender mejor lo sucedido, buscarle un sentido, un inicio y un desenlace, y por tanto un cierre. Lo que Steve Jobs en su famoso discurso de Stanford llamó “conectar puntos”. Al final se trata de encontrar el sentido a lo sucedido, y este ejercicio ayuda.
– Habla de ello, hazlo público. Compártelo con otras personas que puedan vivir una situación similar para ayudarlas. Está demostrado que la mejor forma de aprender y asimilar algo es enseñándoselo a otros. En mi caso, probé la experiencia hace unos años en un TEDx Moncloa, en el que hablé sobre mis tropiezos en la vida. Fue también la primera vez que hablaba de mi vida personal en público y para mí resultó realmente enriquecedor. Después muchas personas me han escrito contándome situaciones parecidas y agradeciendo que lo compartiera con ellas.
– Entra en acción. El movimiento contribuye a sentirnos mejor siempre, ya sea haciendo deporte o dedicándote a otro tipo de cosas. Acción, acción y acción. Es la única manera de que puedas aplicar lo que has aprendido y que sucedan cosas diferentes.
¡Ah! y cuidado con cómo nombras la realidad y cómo te hablas, cuál es tu discurso interior. La palabra fracaso es muy fuerte, son palabras mayores que implican mucha emoción ante lo sucedido y así es más difícil superarlo. Yo prefiero hablar de errores, tropezones, equivocaciones, que se refieren a cosas o situaciones concretas. Y, si no prueba, cuando te dices a ti mismo: “soy un fracasado” o “he fracasado” frente a “estaba equivocado”, “me he confundido”… Sin duda es menos tremendista, más esperanzador porque da lugar a remendar o resolver el error. Por si buscas inspiración, también puedes elegir alguna de esas citas que realmente nos animan a seguir. En este enlace de lifeder tienes cien. Hablar de fracaso implica inconscientemente que todo está perdido, que no hay salida, que no hay nada que hacer… inconscientemente nos castigamos, lo que aún nos atascará aún más. Por eso siempre renuncia al autocastigo (mira lo que te dices y cómo te lo dices), y sobre todo cuídate con palabras y gestos (sé compasivo contigo mismo), porque como dijo Truman Capote, el fracaso es el condimento que da al éxito su sabor.
¡Buena suerte!
Un buen día no depende de cómo te levantas, sino de cómo te acuestas, y es que nuestro cerebro se pone a punto mientras dormimos. Pero hoy dormimos poco y…
No puedo imaginar unas vacaciones, y menos un verano, sin buenos libros con los que disfrutar los largos días de verano. Aquí van los que más me han impresionado en…
¡La inactividad perjudica no solo la salud física, sino también la mental! Los daños del sedentarismo son de sobra conocidos, pero ahora investigaciones recientes demuestran que también afecta a la salud mental. La falta de ejercicio y la inactividad continuada hacen que las personas asuman menos responsabilidades, estén menos abiertas a nuevas experiencias y sean menos amables. En suma, no moverse no solo engorda, además nos hace más gruñones.
¿Te ha pasado que cuanto menos ejercicio haces, de peor humor estás? Lo sabemos y la ciencia lo explica. El cuerpo humano no está programado para estar quieto, tenemos más de trescientas sesenta articulaciones. Estamos hechos para el movimiento. De hecho, con solo catorce días de sedentarismo ya se producen cambios en el carácter, según un estudio de la Universidad de Liverpool.
Peligros de no moverse
Para empezar, el sedentario es el cuarto factor de riesgo de mortalidad mundial según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España el 30 % de la población acusa sedentarismo.
Investigaciones recientes y pretéritas confluyen en que a las personas sedentarias les cuesta más adaptarse a los cambios, tienen más problemas sociales y dificultades para asumir responsabilidades. De hecho, si lo pensamos vemos que es lógico. No moverse, con el tiempo, nos acobarda ante la vida. La consecuencia es que aumenta nuestra ansiedad y el estrés, pues la falta de ejercicio nos impide descargar tensión y eliminar toxinas a través del sudor.
En el ámbito neuronal, no mover el cuerpo deteriora las fibras nerviosas. Antiguamente, con los trabajos más físicos, las personas desarrollaban su cerebro al mismo tiempo aunque no quisieran, pues ambos van de la mano. Sin embargo, esto no sucede al revés. La actividad intelectual del mundo laboral sí estimula el cerebro, pero no nuestro cuerpo, uno de los motivos por el que las enfermedades neurodegenerativas cada vez son más corrientes.
Por otra parte, el sedentarismo provoca cansancio, ya que de no movernos cualquier movimiento nos cansa. Por ello, cuando tenemos sensación de cansancio puede ser porque tengamos mucha actividad o por todo lo contrario, por no movernos a penas. Si te sucede, chequea cuál es tu situación, tal vez te sorprendas.
En cambio, con el ejercicio físico liberamos endorfinas, las hormonas de la relajación y la felicidad. Incluso algunos estudios apuntan a que el ejercicio físico ayuda a aliviar algunos síntomas de la depresión. Y lo mejor de todo es que contribuye a que nuestro tejido neuronal se regenere gracias a la proteína BDNF (el factor neurotrófico derivado del cerebro) que actúa como factor de crecimiento nervioso.
Claves para revelarnos contra el sedentarismo
Levántate cada dos horas de la silla. Haz estiramientos, vete a tomar café lo más lejos que puedas (sin huir del trabajo, claro -:), invéntate lo que sea para no estar más de dos horas sentado. Y si se te olvida, ponte una alarma. Es muy importante: se oxigena el cuerpo y se mueven las articulaciones. ¡Que no se duerma el nervio vago!
Aprovecha el ocio para moverte. Elige vacaciones y tiempo de ocio que impliquen movimiento. Si no eres deportista ni te gusta el baile, pongamos por caso, camina; hay mil rutas que te encantará descubrir paso a paso.
Búscate un compañero. Si salir a caminar en solitario no te motiva, busca a otra persona a la que le guste y haga que os animéis mutuamente. Caminar es una de esas actividades que más enganchan por sus poderes terapéuticos.
Queda con los amigos para charlar y dar un paseo. Está demostrado que cuando hablamos y caminamos nuestro cerebro se entrena y desarrolla más. Esas conversaciones son mucho más profundas y productivas.
Así que cuidado con el verano. El tiempo libre y el calor nos pueden hacer más perezosos, lo que nos volverá más gruñones, por eso en vacaciones a menudo se tienen más “broncas”. Ya sabemos que todo en exceso es perjudicial y un poquito de todo, una maravilla, incluida la tumbona bajo una sombrilla, con un buen libro, durante las largas tarde de estío.
¡¡¡Feliz verano, felices vacaciones!!!
(más…)
“Si quieres que otros sean felices practica la compasión. Si quieres ser feliz, practica la compasión”. Dalai Lama
Chade-Meng Tan, ingeniero emblemático de Google –fue su empleado número 107–, llevó hasta el gigante norteamericano el mindfulness y la compasión, con tal éxito que hoy se dedica a su sueño más preciado: crear las condiciones para la paz mundial durante su vida. Sin duda es un gran objetivo pero tiene bien pensado cómo va a hacerlo. Lo cuenta en este vídeo de TED, por lo que no me voy a detener en los detalles. Lo que sí quiero hacer es extraer la esencia y poner mi pequeño granito de arena en su maravilloso sueño. Así que vamos a sintetizar cómo la compasión en las organizaciones revierte en beneficios no solo individuales sino también sociales y, por supuesto, económicos.
Primer beneficio de la compasión: crea líderes de negocios altamente efectivos.
El exingeniero de Google explica los tres componentes de la compasión: el afectivo, que es “yo siento por ti”; el cognitivo, que es “yo te entiendo”; y el de motivación, que es “yo quiero ayudarte”. Vemos que estamos hablando de algo más que de empatía y que la compasión nada tiene que ver con el componente negativo de “tener pena o lástima” de alguien, que solemos darle en la cultura latina.
En su libro Empresas que sobresalen, Jim Collins expone cómo los líderes de “nivel 5” son los que logran llevar a una empresa de algo bueno a algo grande. Su perfil habla de personas altamente capacitadas, que poseen dos cualidades importantes: humildad y ambición. Es decir, son muy ambiciosos pero en busca del bien común, lo que les vacuna contra la necesidad de inflar sus propios egos. Estas cualidades, en el contexto de la compasión, son los componentes cognitivos, afectivos y de motivación. Tal y como dice Meng: la compasión es la manera de crear líderes de nivel 5. “Y este es el primer beneficio de negocio convincente”.
Segundo beneficio de la compasión: tener mano de obra inspirada.
Los empleados se inspiran mutuamente hacia el bien común. Eso crea una comunidad vibrante, con energía, en la que las personas se admiran y respetan. En el vídeo Meng expone casos preciosos de los empleados de Google: “Uno llega al trabajo por la mañana y trabaja con tres tipos que de pronto deciden construir un hospital en la India. ¡Cómo no vamos a sentirnos inspirados por estas personas! ¡Los propios compañeros! Esta inspiración mutua promueve la colaboración, la iniciativa y la creatividad. Nos vuelve una empresa altamente efectiva”.
¿La fórmula secreta para fraguar la compasión en un entorno empresarial?
Entrenamiento de la atención. La atención es la base de todas las capacidades cognitivas y emocionales. La idea es entrenar la atención para crear una calidad mental calmada y clara al mismo tiempo.
Desarrollar el autoconocimiento y el autodominio. Así, usando la atención creamos una percepción de alta resolución en los procesos cognitivos y emocionales. ¿Qué significa eso? Significa ser capaces de observar nuestro flujo de pensamiento y el proceso de la emoción con mucha claridad y objetividad, desde una perspectiva en tercera persona.
Crear nuevos hábitos mentales. Meng nos propone lo siguiente: “Imaginen que cuando conocen o se encuentran a otra persona, su primer pensamiento instintivo, fuera: Quiero que seas feliz. Quiero que seas feliz”. Tener este hábito mental cambia todo en el trabajo y en la vida. Esta buena voluntad genera confianza, base para que las relaciones funcionen.
Mi propuesta no es que me hagas caso a mí… sino que veas este magnífico vídeo e investigues un poquito para que puedas aplicarlo en tu día a día, promoviendo la compasión allá donde vayas. ¿Te he convencido?