En el año 2003, Jon Kabat-Zinn -creador del Programa Mindfulness Based Stress Reduction (MBSR)- describe el mindfulness como el acto de focalizar la atención de forma intencionada en el momento presente con aceptación. Desde entonces, los adeptos a esta corriente no han cesado de crecer. ¿Moda? Tal vez. Pero desde mi punto de vista, es una necesidad y tiene que ver incluso, con nuestra propia supervivencia. En un mundo en el que hemos dejado lo espriritual afuera, se ha generado un vacío que hemos llenado de actividad frenética. Y hemos olvidado que nuestro cerebro tiene una necesidad de transcender, de elevarse y que hay en los seres humanos una dimensión espiritual que nos diferencia de otras especies y que nos ayuda a ser felices y tener paz. Esta carencia condiciona no solo nuestro bienestar emocional, sino que impacta también en nuestra salud y en nuestra capacidad de aprendizaje. ¿Cómo es esto posible? ¿Qué tiene que ver el mindfulness con el aprendizaje?
Vamos a dejar la dimensión espiritual de un lado y vamos a centrarnos en lo que la práctica de actividades contemplativas provoca en nosotros. En 2007 Daniel J. Siegel introduce una variable interesante a la actividad contemplativa que implica observar los acontecimientos, los pensamientos, etc., con aceptación. Pero ojo: aceptación no significa resignación o conformismo, sino que debe entenderse como una actitud de curiosidad y apertura hacia la experiencia, de manera que pueda reconocerse lo que se está experimentando con independencia de que resulte agradable o desagradable, sin juzgarlo, ni calificarlo.
Aquí está la clave. Cuando logramos tener esta actitud contemplativa sin juicio, a través de la práctica consciente, es posible desconectar todos los automatismos de nuestra mente y liberarnos de las esclavitudes del aprendizaje previo. Me explico, sin atención plena, sin esa apertura que te proporciona la aceptación, es posible que no te des cuenta de que existen distintos caminos dentro de la conciencia. Es posible que no te des cuenta de que eres libre de elegir qué pensar. El objetivo de practicar la contemplación es frenar la reactividad automática y la esclavitud mental. Con el entrenamiento, la capacidad de distinguir diferentes corrientes de pensamiento, el desapego a tu propia ideología e incluso a tu carácter, se vuelve posible. Y desde ahí, podemos aprender mucho más rápido.
Otro de los beneficios de practicar la contemplación según las investigaciones de Davis y Hayes (2011) es el aumento de la capacidad atencional, otra razón de peso para integrar este tipo de prácticas en nuestra vida, si queremos ser mejores aprendedores.
Por último, me gustaría señalar las conclusiones de las investigaciones de mi querido amigo Rafael Bisquerra, junto con López- González, Amutio, Oriol (2015) que encontraron que los hábitos globales de relajación y mindfulness correlacionaban positivamente con el rendimiento académico y el clima del aula.