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Separarse… del jefe

El Dr. John Gottman, profesor de psicología de la Universidad de Washington, tras 30 años de práctica y unos 3.000 casos, ha conseguido predecir con más del 90% de acierto si una pareja seguirá unida o no cinco años después; le basta observar 15 minutos de vídeo con la pareja dialogando. Paul Elkman ha comprobado que las parejas “estables” mantienen un ratio de buenas emociones sobre malas de cinco a uno, mientras que las de futuro incierto sufren de cuatro males: criticismo, desprecio, actitud defensiva y renuncia. Lo curioso es que entre jefe y colaborador ocurre algo muy similar. Ahora que se habla tanto de “retención del talento”, de reducir los índices de rotación no deseada y de absentismo, en especial el “absentismo emocional”, (cuando el profesional deja de estar plenamente comprometido), en el mundo de la empresa funciona la misma regla: los trabajadores que pueden estar “poniendo antenas” para irse de la empresa lo hacen en su gran mayoría porque con su jefe no mantienen un ratio entre emociones positivas y negativas saludable. A un jefe no le pedimos tanto como a la pareja, porque no hay amor por medio, por eso el ratio se establece en tres positivas por cada emoción negativa.
¿De qué emociones estamos hablando? Según Stuart Walton, autor del libro Humanidad. Una historia de las emociones, en realidad sólo hay una decena de ellas. Ocho negativas (el miedo, la ira, el asco, la tristeza, la vergüenza, el desprecio, el bochorno, los celos), una ambivalente (la sorpresa) y una positiva (la felicidad). En términos emocionales, muchas ocasiones se inicia entre jefe y colaborador un “efecto dominó” de destrucción que provoca sucesivamente estados de ira, tristeza, vergüenza, bochorno, celos e incluso, desprecio. Los jefes más viscerales, menos atentos a las emociones de los demás, se comportan la mayor parte de las veces, inconscientemente, provocando las peores emociones de sus colaboradores, e incluso llegando a pensar que ésta es la mejor manera de conseguir resultados. Craso error. Está claro que los jefes no tienen toda la culpa, por su parte, los colaboradores también son responsables del ambiente emocional, ya que no tratan de “liderarles”, de enseñarles cómo mejorar, de agradecer los escasos momentos de emociones positivas, sino que suelen reaccionar de tres formas: o se muestran sumisos (y no dan lo mejor de sí mismos), o atacan despiadadamente (de frente o por la espalda) o huyen (a otra compañía), o las tres a la vez. Y es que, aunque es difícil, al jefe también hay que liderarle. Una rotación entre el 5 y el 15% nos habla de una empresa saludable. Por encima de esos ratios, la dirección debiera plantearse que tiene problemas. Entre las grandes y famosas, las hay que superan el 35%.
Como vemos, según los expertos, la felicidad de una pareja depende de cómo discute. La mayor parte de las parejas no lo debe hacer demasiado bien, puesto que en España rompen entre 80.000 y 100.000 parejas al año. La felicidad de un entorno laboral sigue un patrón casi idéntico: los jefes han de saber generar en los miembros del equipo emociones positivas para la satisfacción y el rendimiento del propio equipo. Tomemos nota: la productividad se incrementa cuando aumenta el ratio 3:1 entre emociones positivas y negativas, hasta que se alcanza el 13:1, punto a partir del cual la productividad no mejora, según han señalado Tom Rath y el fallecido Donald Clifton, co-fundador de la Psicología Positiva, en su libro “¿Está lleno su cubo?”.
La moraleja o el aviso a navegantes en la empresa y en la vida es obvio: si no queremos perder a nuestras mejores personas (colaboradores, colegas, amigos, pareja, etc.), más nos vale relacionarnos de forma que las emociones positivas prevalezcan. Si no, irremediablemente, se “separarán” de nosotros.

Marta Romo
Gerente de Eurotalent

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