A lo largo de millones de años, nuestro cerebro ha sufrido el impacto de las influencias ambientales sobre su desarrollo. Existen evidencias de que se han mantenido o añadido nuevas “funcionalidades” cerebrales y otras han entrado en desuso. Esto habla de nuestra increíble capacidad de adaptación y del poder de la plasticidad cerebral.
Eudald Carbonell, uno de los padres de las excavaciones de Atapuerca, declara que las noches del Homo antecessor debían de ser largas y aburridas, hasta que se descubrió el fuego que les permitió alargar las horas de vigilia y dedicarse a nuevas actividades, lo que estimuló el aprendizaje. Pues bien, desde este punto de vista, podemos afirmar que si el aburrimiento se ha mantenido con nosotros a lo largo de la evolución, será porque tiene una función importante para nosotros, por ejemplo en esa estimulación del aprendizaje.
Pero ¡cuidado! No es lo mismo el aburrimiento existencial como estado vital, que el aburrimiento situacional como estado puntual. El primero no tiene sentido, es un extremo y como tal nada positivo. El segundo es el realmente interesante para nosotros: aburrirnos de vez en cuando es ventajoso para nuestra creatividad y nuestra iniciativa.
El aburrimiento situacional es un estado emocional que genera en nosotros una necesidad de cambio, un movimiento para transformar la situación a la que nos estamos enfrentando porque no nos satisface. El aburrimiento puntual es también un estado de la mente que nos ayuda a generar alternativas, nuevas ideas… Cuando estamos aburridos, nuestra mente se pone creativa. Lo maravilloso del aburrimiento es que si lo entendemos desde estas dos perspectivas tenemos en nosotros una potente herramienta que nos puede ayudar no solo a tener buenas ideas, sino también a llevarlas a cabo.
Así que #PongamosDeModaElAburrimiento -:)