¡¡¡Me aburro!!! Es una frase mágica para captar la atención. Cuando escuchamos una frase así, lo primero que hacemos es actuar rápidamente para evitar el aburrimiento en los niños y niñas. Como si fuera nuestra responsabilidad divertirles o entretenerles. Y es que el entretenimiento se ha convertido en casi una necesidad de supervivencia equiparable a comer, al afecto, etc. ¿Estamos locos? En cuanto los niños reclaman atención se la damos y al hacerlo, anulamos funciones mentales esenciales que dejan de ejercitarse porque no se les da el tiempo que necesitan.
Actualmente nos obsesiona que los niños estén ocupados siempre. Las actividades extraescolares son una prueba de esta obsesión. Sin embargo, os animo a todo lo contrario, dejar que se aburran. Los niños y niñas no saben cómo crear su propia estimulación y se habitúan a depender de los proveedores externos de entretenimiento: los padres, los videojuegos, la televisión… Se estimula en ellos una actitud pasiva ante su propio entretenimiento y básicamente aprenden que alguien o algo me tiene que entretener. Por otra parte, se está matando su propia iniciativa y su creatividad para buscarse la vida y encontrar distracciones. Su propio disfrute es externalizado y esperan que venga de fuera. Si queremos enriquecer la vida de nuestros hijos, tenemos que dejarles abrazar el aburrimiento para que aprendan a entretenerse por ellos mismos. Porque el disfrute es una puerta que se abre desde dentro.
Es fundamental que los niños y niñas aprendan a abrir esa puerta… porque es clave para su futuro. Si aprenden a entretenerse desde fuera, dándole esa responsabilidad a otras personas o cosas, en la adolescencia van a necesitar también a otros… y el alcohol o las drogas pueden hacer de las suyas para ayudarles a entretenerse porque ellos no saben hacerlo por sí mismos. Como veis, el tema es grave… porque además, cuando son adolescentes ya no te dicen que se aburren, directamente se van a satisfacer esa necesidad sin contar contigo. Y después nos sorprendemos… Piénsatelo dos veces antes de acudir corriendo al grito de “¡Me aburro!”.