¿Dónde se encuentra la diversidad? El viaje interior hacia nuestro propio desarrollo

Mucho se habla de diversidad, y en pocas ocasiones la diversidad está definida como tal. La Equal Employment Opportunity Commission (EEOC) de Estados Unidos define la diversidad como las diferencias de género, raza y edad. Otras fuentes completan esta definición, añadiendo condiciones como la religión, orientación sexual, cultura, discapacidad… Pero no profundizan lo suficiente en la diversidad; me temo que son visiones reducidas.

Hoy mismo destacaba el periódico un titular escalofriante: “uno de cada tres estudiantes dice ver comportamientos racistas en el colegio”.

La diversidad tiene varias connotaciones: además de diferencia, implica también abundancia y, lamentablemente, nos estamos centrando en la primera…

No es de extrañar que con esta visión construyamos muros y barreras entre nosotros, en lugar de puentes.

La clave está en nuestras “diferencias intangibles”, como nuestra manera de aprender, nuestros valores, motivaciones y sentimientos traducidos a comportamientos. Lo curioso es que estas diferencias en realidad antes nos unen que nos separan, porque el lenguaje de lo emocional, el lenguaje axiológico, es universal. Los árabes veraces se entienden con los americanos veraces y dos europeos hipócritas no se entenderán nunca entre sí.

La diversidad así concebida, desde la diferencia y la tolerancia, abre a las organizaciones un mundo de oportunidades, una perspectiva desde la que vemos las cosas de otra manera. El enfoque de la gestión de la diversidad intangible tiene un inmenso valor en el mundo actual, para enseñar a judíos y palestinos, hombres y mujeres, negros y blancos, que si buscan más allá de las diferencias superficiales que los separan, encontrarán un nuevo plano de humanidad común.

En realidad estamos hablando de nueve agrupaciones de competencias que comparten los mismos miedos, fortalezas, valores… en constante evolución y crecimiento. Son modelos generales, aunque cada persona es una variación única y exclusiva.

No hablamos de encasillar a las personas, sino de ser conscientes de nosotros mismos y descubrir que “no estamos solos” en el proceso. En este nivel de comprensión surge un nuevo grado de comunidad, de compenetración, que hace desaparecer las barreras, las diferencias, en definitiva la ignorancia… Como decía Spinoza (hoy reivindicado por el Premio Príncipe de Asturias Antonio Damasio), “no llores, no te indignes. Comprende”.

¿Por qué nueve agrupaciones de competencias?

Para profundizar en las nueve agrupaciones de competencias, debemos comprender primero de qué se componen básicamente y en qué se fundamentan.

Todo parte de nuestro cerebro, de descubrir cómo es y cómo funciona, porque del desarrollo cerebral y de su estimulación depende nuestro comportamiento actual. A lo largo de la vida humana estamos en continuo aprendizaje; lo ideal sería que pudiéramos involucrar a todo nuestro cerebro en su conjunto, para que este proceso fuera mucho más completo. Sin embargo, lo que en realidad hacemos desde que nacemos es “especializarnos” y por tanto estimulamos algunas partes del mismo. ¿Será por ello que sólo aprovechamos el 10% de nuestra capacidad cerebral? Ya hace un siglo, William James y Kart Lashley mantenían que el hombre utiliza sólo una pequeña parte de sus recursos mentales y físicos, lo que está determinado principalmente por el número de conexiones neuronales que pueda producir el cerebro (sinapsis). Cualquier iniciativa de desarrollo pasa por estimular el mayor número de conexiones cerebrales: “La potencia del cerebro es infinita” (Descartes).

Para entender el funcionamiento del cerebro como un todo complejo e integrado, es necesario observar detenidamente sus componentes. Externamente, podemos ver su división en dos partes: hemisferio derecho (holístico, global y conceptual) y hemisferio izquierdo (secuencial, lineal y analítico), conectados cerca de la base por una red compleja de fibras: el cuerpo calloso. Asimismo, al realizar un corte longitudinal del cerebro, se distinguen tres divisiones consideradas por MacLean (1973) en su teoría del cerebro triuno: el sistema reticular, sistema límbico y el neocórtex. Como vemos, la capacidad intelectual / emocional / visceral están presentes en todos nosotros y tienen una ubicación bien diferenciada en nuestro cerebro.

Conocemos los diversos roles que en cada momento juega la cadena cerebral: desde el sistema reticular o “cerebro del reptil” que controla las respuestas instintivas básicas y está asociado a funciones biológicas (no aprende, es instintivo y caprichoso, vive exclusivamente en el presente…), pasando por el sistema límbico o “cerebro del mamífero” que es el encargado de la memoria, el aprendizaje y las emociones (relaciones humanas, interacción, afectos..) hasta el neocórtex o “cerebro propiamente humano” que está relacionado con los procesos intelectuales (reflexiona, visualiza, planifica y es capaz de formular estrategias para conseguir los objetivos), debemos conseguir que el cerebro opere de manera integrada, el hemisferio izquierdo y derecho y las estructuras corticales y subcorticales.

Las personas que hayan estimulado –por aprendizaje vital- más su cerebro de reptil, tienen un gran sentido pragmático de la existencia, les preocupa sobre todo, la supervivencia, la estabilidad y la seguridad. Para ellas, la vida es un reto en el que deben luchar y mantener su posición, cuando no mejorarla. El aquí y ahora.

Las personas que utilizan más su cerebro de mamífero, se mueven sobre todo por los sentimientos y por tanto aprecian especialmente, el contacto con otros seres humanos. Disfrutan de la vida en sociedad y para ellas, la forma de sentirse más cómodas es obteniendo la aprobación de sus semejantes. El presente y el pasado.

Las personas que ponen en juego sobre todo su neocórtex, se mueven con soltura en el mundo de las ideas, suelen estar dotadas de curiosidad y de permanente búsqueda por comprender lo que les rodea. Disfrutan de las sorpresas que la vida les ofrece. El presente, el pasado y el futuro.

El segundo tema que conviene destacar antes de entrar en las nueve agrupaciones, son los rasgos de personalidad: extraversión, equiversión e introversión.

Las personas más extravertidas, dirigen su personalidad de dentro hacia fuera, son altamente sociables, dinámicas, muy energéticas y gustan de transformar el entorno.

Las personas introvertidas dirigen su personalidad de fuera hacia dentro, prefieren refugiarse en sus pensamientos y sentimientos, en lugar de compartirlos con los demás, son muy protectoras de su energía personal y tratan de evitar que el mundo les transforme.

Otras personas ocupan una posición intermedia entre las extrovertidas e introvertidas, son más versátiles y pueden actuar de dentro a fuera o de fuera a dentro, según lo requieran las circunstancias.
Diversos estudios sobre la base de los componentes químicos del cerebro humano a través de tomografías analizando la relación del nivel de glucosa con la introversión – extraversión, resultan sorprendentes. Por ejemplo, en un curiosa investigación difundida recientemente en un reportaje de la BBC, se podía observar cómo al estimular la lengua con jugo de limón, las personas introvertidas segregaban más cantidad de saliva que las extravertidas. Aunque tenemos una parte heredada de estos rasgos de personalidad, lo cierto es que es una potencialidad, por tanto su desarrollo depende totalmente del medio ambiente cultural, familiar… Se puede concluir que la personalidad está determinada por la biología, el medio ambiente, los mecanismos de defensa, las necesidades inconscientes y los pensamientos y acciones conscientes. Complejo, pero real.

El verdadero desafío que estamos planteando es comprender mejor tanto las cualidades que tenemos en común como las fuerzas que nos hacen únicos.
Pues bien, de la combinación de los tres cerebros y los tres rasgos de personalidad: 3 x 3, obtenemos nueve tipos distintos o formas de entender el mundo (eneatipos, en términos de eneagrama).

Las nueve agrupaciones de competencias

Resulta curioso como ante un mismo acontecimiento o situación, varias personas pueden interpretar de modo diferente la misma información. Pongamos un ejemplo:

Tras el partido y de vuelta a casa, los nueve componentes del equipo de fútbol van reflexionando cómo ha sido para ellos, cómo lo han vivido.

o David está satisfecho por su actuación en el partido, aunque se lamenta por no haber conseguido un buen resultado, cree que ha jugado mejor que otras veces. Además con el reglamento en su cabeza, tiene muy claro que ellos hicieron juego limpio.
o Carmen siente que la jornada ha sido muy emotiva, ya que éste era el último partido de la temporada y después el equipo se separaría… va recordando cada partido desde que comenzaron su andadura.
o Vicente se siente súper contento por su actuación, lo suyo ha sido una aparición estelar, ha destacado entre todos sus compañeros y sin duda los gritos de las fans, eran para él.
o Esther está recordando varias jugadas fantásticas, se siente satisfecha porque considera que el contrincante era de nivel y han estado a la altura, además el entrenador se ha acordado de ella en los últimos minutos y la ha sacado a jugar.
o Gonzalo ha estado en el banquillo, esta vez no le ha tocado jugar pero ha podido observar y analizar a los dos equipos en su conjunto y esto le ha divertido bastante.
o Yolanda reconoce que aunque han perdido, ha sido divertido… además el tiempo acompañaba y el público animaba… le está dando vueltas a alguna de sus actuaciones, sobre todo cuando se lanzó decidida hacia el balón y sin querer, le dio una patada al contrincante…
o Fernando está algo ofuscado porque ni siquiera han marcado un gol… no me divierte perder, se repite en su cabeza… pero al momento da un grito a sus compañeros diciendo: “¡Chicos, da igual, vamos a celebrarlo de todas formas!
o Enrique se siente impotente, parece cabreado… cree que el resultado no ha sido justo y que como capitán del equipo debería haber controlado más las jugadas.
o Rocío no piensa en el resultado, está muy relajada y va comentando con Yolanda lo estupendo que ha sido jugar una vez más todos juntos.

Normalmente nuestra manera de ver o interpretar la realidad, suele ser la misma ya sea ante un partido o ante la ejecución de un proyecto. Vivimos con una pauta “dominante”, que nos hace ser como somos y a la que tendemos recurrentemente, es como nuestro centro de gravedad.

No somos únicamente nuestra personalidad, sino que nos manifestamos a través de ella, pero nuestra esencia, nuestra verdadera identidad es mucho más. Resulta sorprendente hasta qué punto confiamos nuestra vida a mecanismos de nuestra personalidad; es como si un niño pequeño tomara muchas de las decisiones importantes de nuestra vida… Si conocemos estos mecanismos, podemos comenzar a decidir si nos identificamos con ellos o no. Tenemos la opción de dejarnos llevar o de ser conductores. Al “ver” nuestro tipo de personalidad, aparece la oportunidad de no actuar así. Como decía el poeta Kavafis: “No temo nada, no espero nada; soy libre”.

Cuando profundizamos en la diversidad, superando lo visible y llegando a lo intangible, no hay juicios de valor, no hay uno mejor que otro, no hay doctrinas ni orientaciones; nos ocupamos del único elemento común a todos los seres humanos: el conocimiento de uno mismo y la exploración de nuestras posibilidades.

Para comprenderlo mejor podemos pensar en un viaje. Comenzamos con los preparativos, por eso partimos de donde estamos realmente: si no nos conocemos a nosotros mismos no llegaremos muy lejos… y por el camino podemos hacer varias paradas para disfrutar sin prisas del paisaje: apreciar los matices, las tonalidades de nuestra persona, nuestra esencia… disfrutar de lo que somos. A medida que vamos avanzando por este mundo interior, podemos hacer alguna visita para saludar a viejos amigos o abrirnos a conocer gentes de otros lugares. Y lo mejor de este viaje es que a medida que aumenta el cuenta kilómetros, vamos comprendiendo cada vez más que no somos tan diferentes, empatizamos con los demás y vamos guardando recuerdos que nunca olvidaremos.

El autoconocimiento y el conocimiento de los demás, nos ayudará a comprender más a los otros y ser más compasivos porque reconoceremos en nosotros muchos aspectos de sus hábitos o reacciones. Si odias a una persona, en realidad estás odiando algo de ella que forma parte de ti. Lo que no forma parte de nosotros mismos no nos molesta.

Para seguir avanzando en el apasionante mundo de la diversidad, podemos realizar el análisis de las vías de desarrollo de la persona, para construir un programa de desarrollo que parta de lo real y se dirija hacia lo posible (es más fácil contratar a una ardilla, que enseñar a un pavo a trepar a un árbol).

Un viaje que no tiene fin
Si quieres lograr un cambio en tu vida y desarrollarte, en el mejor lugar donde puedes hacerlo es dentro de ti, observándote a ti mismo y a tu entorno. De igual manera podrías trabajar dentro de ti para saber qué es lo que sucede que no te permite adaptarte al entorno y crecer. Porque cada vez que la persona entra en sí misma no puede evitar conocer mejor a las otras personas. Si me conozco a mí mismo, conozco al otro (este es el principio de amar al prójimo como a sí mismo). Si me amo a mí mismo y tengo una buena autoestima, eso se traducirá en que el mismo valor que me concedo a mí, te lo concedo a ti y estoy teniendo ya un principio de mejora en las relaciones y en mi vida.

Para emprender nuestro viaje hacia el desarrollo
Merece la pena hacer un esfuerzo por iniciar el viaje interior hacia nuestro desarrollo, hacia la consciencia, ¿Qué somos sin consciencia? Un zombi, es un ser de ficción que se comporta y actúa como una persona normal pero que carece totalmente de vida consciente, de sensaciones, sentimientos… El misterio se complica cuando caemos en la cuenta de que gran parte de lo que sucede en el cerebro, evita la consciencia…

Para preparar las maletas de nuestro viaje, propongo una serie de cuestiones y reflexiones sencillas que nos ayudarán a despertar la consciencia:

A nivel individual…
• ¿Cuánto tiempo dedico a trabajar sobre mí mismo?
• ¿Cuándo, cómo y dónde lo hago?
• ¿Me siento cómodo en este viaje interior cuando me enfrento a mi autentico yo?
• Si no me siento cómodo, ¿Con qué barreras me encuentro?
• ¿Qué situaciones/entorno me ayudan a dialogar conmigo mismo?

O a nivel de empresa…

• ¿Cuánto tiempo dedicamos al desarrollo personalizado de nuestros profesionales?
• ¿En qué condiciones?
• ¿La cultura de nuestra organización favorece y apuesta por el desarrollo de sus profesionales?
• Si no favorece el desarrollo, ¿Con qué barreras nos encontramos?
• ¿Qué acciones / políticas ayudan a nuestros profesionales a desarrollarse?

Ya lo dice la sabiduría oriental: “Todo viaje comienza con el primer paso”. Espero que puedas dar el tuyo.

Marta Romo
Gerente de eurotalent
Publicado en la Harvard Business Review

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