El perdón, a los demás y a uno mismo, es un superpoder que todos llevamos dentro, por eso quiero ponerlo de moda. Sin embargo, perdonar cuesta, aunque es la clave para avanzar en la vida. No perdonar, por el contrario, supone un freno hacia el futuro, tanto en nuestras relaciones como en los propósitos que nos planteamos. Es un lastre que nos vincula al pasado, favorece que tropecemos y que vayamos más despacio. Además, el perdón tiene un importante impacto en el cerebro, ya que nos libera de emociones negativas y proporciona libertad. Así pues, aprendamos a perdonar.
Lo primero que hay que saber es que el perdón no es una emoción, sino una decisión, pero tiene asociadas emociones que se relacionan con el rencor y el resquemor, la rabia, la venganza, etc., todas ellas muy perjudiciales para la salud. Cuando perdonamos de verdad, soltamos esas emociones, pero si no perdonamos auténticamente, esas emociones se quedan en el cuerpo con su química tóxica y puede perdurar años y años. Hay estudios que relacionan la capacidad de perdonar con la salud: las personas que no son capaces de perdonar y alimentan el rencor, caen enfermas con más facilidad (debilitan su sistema inmunológico), y se recuperan más lentamente. De hecho, con las variables que miden el estrés se ha visto que quienes albergan resentimientos del pasado, al recordarlos, activan neurotransmisores como el cortisol, muy perjudicial para la salud. Así que podemos decir que no perdonar perjudica seriamente la salud.
Perdona por ti, no por el otro
Pero, ¿es posible perdonarlo todo? Lo cierto es que sí. Hay una creencia errónea sobre el perdón, y es que a veces pensamos que perdonar es lo mismo que validar lo que hace el otro, y no es así. Cuando perdonas a alguien no lo haces por él, ni estás dando el visto bueno a lo que ha hecho. Realmente lo haces por ti, para ti. No porque el otro se merezca el perdón, sino porque tú te mereces la paz, y perdonar te la da. Por eso puedes elegir perdonar lo que quieras, porque no supone olvidar ni darle la razón. No hablo del perdón que se concede porque alguien nos dé pena, ya que es síntoma de arrogancia y de situarse por encima de la otra persona. Si lo vinculamos con la culpa y la condescendencia, no es sanador ni es el tipo de perdón que queremos.
El perdón liberador tampoco tiene que ver con olvidar, sino con neutralizar la emoción negativa que nos provoca esa situación o esa persona. Lo que quieres es liberarte de eso, pero tú puedes acordarte de ello, de otra forma sería evadirte de la realidad, evitar lo sentimientos que nos trae. Lo importante es que cuando tu mente lo recuerde no te produzca la emoción tóxica que, si aparece, significa que no has perdonado de verdad.
Por ejemplo, en el caso de una infidelidad, puedes perdonar a la otra persona, pero eso no significa que tengas que seguir con ella, le estés dando la razón o quitando importancia a lo que ha hecho; si le perdonas, te estás liberando tú, pero luego decidirás si sigues o no con esa persona.
Para perdonar ayuda entender que los demás no suelen hacer las cosas para herirnos, sino para beneficiarse o defenderse, y que se lo hubiera hecho a cualquier otra persona en esa misma circunstancia. Al final no es un asunto personal, sino de las creencias de ese ser humano.
Además, el perdón no tiene por qué estar acordado. Otra creencia errónea es que tenemos que acercarnos al otro, verbalizar el perdón y que el otro lo acepte. Tú no tienes por qué decirle al otro que le has perdonado. De hecho, puedes perdonar a alguien que ha muerto para quedar en paz. Basta con que tomes esa decisión y la adoptes en tu mente y en tu corazón, sin necesidad de decírselo a nadie.
Perdonarse a uno mismo
En el caso de pedir perdón es diferente; al pedir perdón parece que estamos pasando la cuestión al otro, por eso es mejor decir “lo siento”, ya que tú te tienes que perdonar a ti mismo, el otro ya verá lo que hace. Y si no te perdona, ¿vas a seguir con esa carga toda la vida? Es bueno acercarte al otro y decir que lo sientes, pero no pedir que te perdonen. Perdónate a ti mismo, perdona al otro, y que el otro haga lo que quiera.
Perdonar tampoco significa reprimir el enfado. Es cierto que el tiempo ayuda a que se mitiguen esas sensaciones negativas, pero si no haces ese ejercicio consciente, no lo superarás; por eso es importante también asumir tu parte de responsabilidad, recordarte que elegiste estar con esta persona a pesar de lo que ha ocurrido, etc. Pero si lo haces por quitarte el muerto de encima y que pase el tiempo, realmente no estás perdonando y a la larga, el dolor volverá a salir y posiblemente será mucho peor.
¿Cómo se perdona de verdad? Cuando en última instancia no perdonamos por el otro, sino porque nos merecemos la paz. Por eso en 2018, quiero poner de moda el perdón. ¿Me ayudas? Si te parece interesante esta iniciativa, súmate en las redes sociales a #pongamosdemodaelperdón.
¡Feliz 2018!