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El valor adaptativo del juego

Existen muchísimas investigaciones científicas que evidencian que el juego es una pieza fundamental durante el crecimiento en todos los animales, y en especial en primates. Nadie niega esta afirmación, pues es incluso un hecho observable a simple vista. Por eso, no es casual que las etapas de infancia y adolescencia, en las que somos más juguetones, coincidan con los momentos de mayor aprendizaje. Realmente hablamos de los periodos más álgidos de nuestro desarrollo encefálico y en los que mayor número de conexiones (sinaptogénesis) encontramos.

Cuando escribí el libro Entrena tu cerebro, entrevisté a varios expertos entre ellos, el gran Pablo Herreros, experto en primatología que me contaba cómo los primates tienen incluso señales entre ellos para saber que están con el “modo juego activado”. Podemos decir que tienen una “cara de juego” para avisarse que están simulando algo y que no es real. Los juegos en las comunidades de primates, les permiten gestionar situaciones de tensión, y otro dato muy curioso, les entrenan para roles futuros como por ejemplo las conductas de caza en machos o cuidado en hembras a edades tempranas. Es su mejor manera de aprender: entrenarse simulando roles y responsabilidades que tendrán en un futuro. Aprovecho la ocasión para rendir un pequeño homenaje a este gran sociólogo y antropólogo experto en primates, en el aniversario de su muerte (el 22 de diciembre de 2018).

Jugar promueve la cooperación

Jugar requiere un esfuerzo de atención y un elevado consumo de energía física y mental, por lo que si se mantiene a pesar de la evolución, es precisamente por los beneficios evolutivos que conlleva. El juego, además de divertirnos, contribuye a formar la base para el correcto funcionamiento de habilidades cognitivas, sociales, físicas y emocionales. El juego es la base de cosas tan importantes como la cooperación, la capacidad estratégica, la anticipación, la experimentación o la empatía.

También se ha demostrado que una de las mejores maneras de aprender, por no decir la mejor, es a través del juego. Lo maravilloso de aprender jugando es que se pueden repetir pautas que se perfeccionan mientras se estimulan los circuitos cerebrales de la recompensa. Por eso el placer que nos da repetir el juego, convierte el aprendizaje en algo placentero.

En este punto, quiero recordar de nuevo mi conversación con el primatólogo Pablo Herreros sobre el juego en el mundo animal. Sobre todo una reflexión curiosa que hicimos juntos mientras hablábamos del tema. Qué curioso que cuando un mamífero adulto deja de jugar, hace saltar las alarmas de los etólogos que suelen concluir que está deprimido o tiene algún problema de comportamiento.

¿Cómo estaremos los humanos que dejamos de jugar tan pronto y desterramos el juego de nuestro día a día para dejarlo en exclusiva en manos de los niños? Ahí lo dejo…

Nos hacemos mentalmente viej@s cuando dejamos de jugar

 

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