Si eres de esas personas que “se comen la cabeza” constantemente y viven un diálogo interno que no tiene fin, bienvenido al club de los rumiantes, del que muchos formamos parte aunque no seamos vacas. La velocidad a la que vivimos y las exigencias que nos planteamos a todos los niveles provocan que nuestra actividad mental sea mayor que nunca en la historia, con el resultado de agotamiento mental y físico, y la ansiedad disparada. En Las mañanas de RNE, hablamos de ello y exploramos algunas claves que nos ayudarán a aprender a calmarnos, a conocer la mente, a saber que un pensamiento solo es un pensamiento y no una verdad grabada en piedra. En síntesis, a cultivar una mente más clara.
Actualmente se calcula que un ser humano en el mundo desarrollado genera unos 70.000 pensamientos diarios, de los cuales más del 90 % se repiten, por lo que en realidad no solo no nos están aportando nada, sino que además nos mantienen con un elevado ruido mental casi siempre negativo. Por eso, el diálogo interno no deja de ser una especie de canibalismo, en el que nos “comemos” a nosotros mismos la cabeza sin ningún motivo. No hay nada malo en que estrujemos nuestro cerebro para aprender, para planificar el futuro, o para no volver a cometer errores. Sin embargo, el problema surge cuando confundimos ocuparnos de las cosas con preocuparnos por ellas. Piensa que todo el día alguien te estuviera diciendo que te has equivocado, que no sabes hacer bien nada, que quién sabe lo que habrá pensado de ti esa persona… Sería agotador y te haría muy infeliz, ¿verdad? Pues eso es precisamente lo que nos hacemos a nosotros mismos constantemente. Observa tus pensamientos como un científico, ¡te sorprenderán!
Pero tampoco te fustigues por mantener ese diálogo mental. Ese tipo de pensamientos rumiantes los tenemos todos. De hecho, es algo natural. El cerebro ha evolucionado muchísimo desde los primeros homínidos, pero realmente, más que evolucionar, lo que ha hecho ha sido ir añadiendo prestaciones, mientras que la parte más primitiva ha permanecido intacta. Eso hace que las alarmas que saltaban hace miles de años cuando existía la posibilidad de que nos atacara un mamut, hoy en día se activen, por ejemplo, cuando recibes la llamada de tu jefe. A esto se suma el problema añadido de que hemos desarrollado una parte nueva del cerebro que empezará a argumentar y buscar motivos sobre esa llamada, con lo que la actividad mental se multiplica en constante dimes y diretes, posibles catástrofes, ofensas, etc., que solo viven un nuestra mente, pero que nos agotan y merman nuestra felicidad y bienestar.
Los guiones favoritos del diálogo interno
Así pues, si vivir con este parloteo mental y sus emociones asociadas es algo natural y a todo el mundo le ocurre, no en todas las personas responden a los mismos motivos. En realidad existen cuatro razones por las que se dispara nuestro diálogo interno, y todos nos encuadramos en alguna de ellas o en varias:
- Miedo a todo y por todo. Algunas personas experimentan un pensamiento muy divergente por miedo o inseguridad; intentan valorar constantemente todos los peligros, todas las alternativas y las posibles soluciones. Detrás hay un miedo profundo y antiguo que no son capaces de detectar ni de poner a raya.
- Control de todo. Otras personas basan su diálogo interno en la necesidad de tener el control absoluto de todo. Esto hace que sientan más seguridad, pero la vida tiene una gran parte de incertidumbre y de misterio, y no se puede aspirar a controlar todo. Es fuente segura de insatisfacción y de malestar. Por mucho que se quiera controlar, siempre habrá algo que falle.
- Adicción a la multitarea. La exigencia de funcionar en multitarea es otro motivo que puede disparar la actividad mental. Hay personas que prefieren o han aprendido a funcionar de esta manera y a hacer muchas cosas a la vez, por lo que su cerebro va “a mil por hora” y piensa muchas cosas a la vez. El peligro es la dispersión y la dificultad para centrarse en las tareas.
- Obsesiones continúas. La última causa del diálogo interno, y la única que verdaderamente puede suponer un problema, son los trastornos obsesivo-compulsivos. Estos nos pueden llevar a dar excesivas vueltas a las cosas, en muchos casos realizando rituales como ordenar las cosas, o repetir una y otra vez un comportamiento… lo cual puede reducir momentáneamente la ansiedad, pero al rato la vuelve a hacer resurgir incluso con más fuerza.
Claves para reducir el ruido mental
Como vemos, apaciguar esa mente rumiante no es sencillo, pero sí es posible aprender y tomar algunas medidas para conseguirlo, o al menos para mitigar ese ruido mental que termina por agotarnos. Estas tres recomendaciones pueden resultarte muy útiles:
- “Mejor fuera que dentro”. Es el primer consejo que podemos aplicar en muchos aspectos de nuestra vida emocional, y se trata de sacar esos pensamientos, de hablar, aunque estemos solos pero de forma consciente… Incluso puedes grabarte, y escuchando esos pensamientos te darás cuenta del surrealismo que hay en tu cabeza. Si lo enfocas bien puede ser hasta divertido y servirte para aprender sobre cómo piensas. En cualquier caso, simplemente apuntarlo, escribir para desahogarte, te ayudará mucho. Aplica el “mejor fuera que dentro” sobre todo si te vas a dormir. Ver esas preocupaciones, sacarlas de tu cabeza te ayudará a conciliar el sueño.
- Para resolver un problema deja de pensar en el problema. En segundo lugar, recuerda que si quieres resolver un problema, lo mejor es dejar de pensar en ello. Esto deberíamos grabárnoslo en la cabeza. Cuanto más lo pensamos, más se bloquea nuestro cerebro; a nivel eléctrico produce las frecuencias que corresponden al estrés, y así no podremos resolver el problema. En ese momento el cerebro solamente se ocupa de protegerte. Es como cuando tienes una palabra en la punta de la lengua y no te viene… pero si dejas de pensar en ella, cuando menos te lo esperas, viene.
- Ocúpate, entra en acción. El tercer consejo para reducir el diálogo mental es que te ocupes con cosas, que entres en acción. El movimiento hace que el cerebro deje de funcionar de la misma manera y no escuches tanto tus pensamientos. Por eso es también tan importante trabajar con el cuerpo, hacer deporte, bailar, concentrarte en la respiración… El motivo es muy sencillo: el cuerpo vive en el presente; mientras que la mente está en el futuro y en el pasado. Si te centras en tu cuerpo, estarás aquí y ahora. Y esta es la clave, estar aquí y ahora. Por eso técnicas como el mindfulness consiguen reducir la rumia mental hasta un 30 % cuando llevas unas ocho semanas de entrenamiento. Por tanto, es muy beneficioso trabajar con este tipo de técnicas que te anclan al presente.
En definitiva, hablar con uno mismo es algo natural y no tiene por qué ser un problema, no en vano, como dice el verso de Machado, “Converso con el hombre que siempre va conmigo -quien habla solo espera hablar a Dios un día”. Pero no dejes que ese diálogo interno se convierta en rumia agotadora y, ante todo, este verano disfruta del aquí y el ahora.