Vivimos días de liderazgo adaptativo. Este microrganismo nos llama al desafío vital y a la adaptación radical. Así que estamos ante un desafío adaptativo que solo se puede afrontar en la medida que se produzca una modificación en las prioridades, hábitos y creencias de las personas. Los dueños de este término son Ronal Heifetz, Alexander Grashow y Marty Linsky, con su obra The practice of adaptative leadership, y tal y como explican requieren ir más allá de los procedimientos habituales, buscando lo desconocido, despojándose de algunas formas muy arraigadas de trabajar, tolerando pérdidas y generando la capacidad de superar las adversidades y prosperar de nuevo.
Muchas organizaciones, independientemente de su actividad, están teniendo dificultades para pasar del escenario anterior al coronavirus a la llamada “nueva normalidad”, que intuimos cómo será pero que aún no se ha definido. Aun así, hay tendencias que ya son realidades como el importantísimo papel de la tecnología, la digitalización, el teletrabajo y la creación de relaciones interpersonales sólidas pero en la distancia. Hablamos de un auténtico desafío adaptativo para muchos, porque implica cambiar los hábitos de trabajo y las creencias sobre el propio negocio. Este desafío tiene que ver con las personas, más allá de las estructuras o incluso la estrategia.
“Las personas muestran resistencias hacia los desafíos adaptativos porque afrontarlos supone tener que hacer renuncias, salir de la zona de confort, y transmiten cierta sensación de pérdida de identidad”. No se trata de un problema de resistencia al cambio, sino que va más allá, tiene que ver con el rechazo a la idea de “pérdida” y de «incertidumbre», quizá el factor más habitual a la hora de generar fracasos adaptativos.
La clave para superar esta dificultad está en manos del líder, en su capacidad de identificar lo que está en riesgo durante una situación de cambio o transformación. El liderazgo adaptativo se cimienta en el asesoramiento, gestión, distribución y en contextualizar dichas pérdidas, impulsando a las personas a los nuevos escenarios más allá de lo que se queda atrás. La otra cara de la moneda es gestionar lo que permanece, aquello que merece la pena conservar y que es esencial para preservar la identidad. Una adaptación exitosa posibilita a las organizaciones y los equipos retener lo mejor de sus tradiciones, valores e historia.
Podríamos resumir la función del liderazgo adaptativo a través de estas dos actividades:
Diferenciar y conservar lo esencial frente a lo que ha de ser descartado junto a innovar para crear la adaptabilidad organizacional y así prosperar en entornos cambiantes. Sin duda un fino equilibrio.
Para trabajar los desafíos adaptativos, podemos plantearnos estas preguntas: ¿Qué debemos dejar atrás para sobrevivir y volver a prosperar? ¿Qué debemos conservar para que no haya una pérdida significativa del valor y de identidad?
El cambio adaptativo no es solamente difícil desde una perspectiva intelectual, sino también desde el emocional al poner en riesgo las relaciones, las competencias y la identidad de los individuos y las organizaciones. Requiere cambiar aquello en que se cree. ¡Todo un reto y una llamada a los valientes! ¿Te atreves?