La información compite constantemente por capturar nuestra atención. Sí, la atención es un recurso muy codiciado en la actualidad, en una sociedad altamente distraída, que padece BTF (baja tolerancia a la frustración) y que busca inmediatez en todo. Gestionar la atención se ha convertido en algo difícil y retador.
El bombardeo de estímulos (visuales, olfativos, auditivos…) a los que nos enfrentamos, necesita de una buena selección por nuestra parte. ¡No podemos prestar atención a todo! Aunque tenemos órganos sensoriales especializados para la recepción (sensación) e interpretación (percepción), es la atención la que más participa en la selección de los estímulos.
Así que hoy, liderar la atención propia y la de los demás, puede marcar realmente la diferencia. De ahí que conocer los síntomas de la inatención puede ser clave.
Solo una pequeña aclaración antes de hablar de los síntomas de inatención: la inercia del sueño. Muchas veces pretendemos empezar al día con energía, con concentración y no lo conseguimos. Puede ser por la llamada inercia del sueño, que se da de cero a cuatro horas después de levantarse, y es una reducción del estado de alerta humano. Nuestro organismo necesita un tiempo para estar 100% alerta, esto puede explicar por qué algunas personas no son productivas a primera hora de la mañana y por qué otras lo son enseguida. ¡Cuatro horas es mucho tiempo! Tiempo a tope o tiempo a medias, tú decides, porque en este intervalo, puedes hacer algunas cosas para reducirlo. La clave está en retirar cosas o prácticas que no te ayudan durante ese periodo… lo que no está delante de ti para ayudarte, seguro que está para distraerte, así que ¡fuera!
Cómo te despiertas. El tipo de sonido que utilizamos como despertador, puede afectar positivamente a reducir esta inercia. Utilizar tu canción favorita como alarma para despertarte, reduce los efectos de la inercia de sueño.
Nada de repetir la alarma. La mala costumbre de darle a posponer la alarma hace que entremos en un estado de letargo entre vigilia y sueño para el que no estamos programados. Tu cerebro no entiende que hagas esto, ni para qué lo haces. Es como si tuvieras un taladro en la cabeza y te hicieras daño a ti mismo.
Para evitarlo, pruébate a ti mismo y llévate al límite. Acostúmbrate a ponerte la alarma del despertador a la hora límite que tienes para levantarte (no para despertarte); trata de unir ese despertar con el movimiento de levantarse y verás cómo poco a poco, dejas de posponer levantarte. También puede ayudarte dejar el despertador lejos de la cama.
Comienza tu día con el modo avión activado. Aislarte antes de empezar el día es una buena práctica. Como dice Mago More, comienza el día con tus metas, con tus prioridades que son abarcables y después continúa con los infinitos (responder e-mails, consultar redes sociales, atender llamadas, reuniones, etc.).
Este ejercicio del modo avión te recomiendo hacerlo varias veces al día, por tu propia salud mental 😉
¿Preocupado con tu nivel atencional?
Si estás preocupado por tu nivel atencional, si tienes sospechas de tener algún problema de inatención o incluso si alguna vez has pensado que podrías tener Déficit de Atención (TDA) o Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), y nunca has consultado con un especialista, a continuación, te ofrezco un listado con síntomas de inatención para que puedas chequear cómo estás.
Si tienes seis (o más) de los siguientes síntomas que se han mantenido durante al menos seis meses en un grado que no concuerda con tu edad o tu nivel de desarrollo y que afecta directamente a tu día a día, a las actividades sociales y académicas o laborales, puedes tener un problema de inatención. En ese caso, te recomiendo visitar a un especialista.
- Con frecuencia fallo en prestar la debida atención a los detalles, o por descuido cometo errores en las tareas, en el trabajo o durante otras actividades (por ejemplo, se pasan por alto o se pierden detalles, el trabajo no se lleva a cabo con precisión).
- Con frecuencia tengo dificultades para mantener la atención en tareas o actividades recreativas (por ejemplo, dificultad para mantener la atención en conversaciones o lectura prolongada).
- Con frecuencia parece que no escucho cuando me hablan directamente (por ejemplo, tener la mente en otras cosas, incluso en ausencia de cualquier distracción aparente).
- Con frecuencia no sigo las instrucciones y no termino las tareas, los quehaceres o las obligaciones laborales (por ejemplo, inicio tareas pero me distraigo rápidamente y me evado con facilidad).
- Con frecuencia tengo dificultad para organizar tareas y actividades (por ejemplo, dificultad para gestionar tareas secuenciales; dificultad para poner los materiales y pertenencias en orden; descuido y desorganización en el trabajo; mala gestión del tiempo; no cumplo los plazos).
- Con frecuencia evito, me disgusta o muestro poco entusiasmo cuando tengo que iniciar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (por ejemplo, tareas académicas o quehaceres domésticos; preparación de informes, completar formularios, revisar artículos largos).
- Con frecuencia pierdo las cosas necesarias para tareas o actividades (por ejemplo, materiales, lápices, libros, instrumentos, billetero, llaves, papeles de trabajo, gafas, móvil).
- Con frecuencia me distraigo con facilidad por estímulos externos (puede incluir pensamientos no relacionados).
- Con frecuencia olvido las actividades cotidianas (por ejemplo, hacer las tareas, devolver las llamadas, pagar las facturas, acudir a las citas).
La falta de atención continuada se puede convertir en el origen de una baja productividad, de confictos y malentendidos, de demostivación y apatía e incluso incidir en la salud mental de quienes la sufren, ante la ansiedad y estrés que puede generar.
“La atención es el nuevo cociente intelectual. La capacidad de una persona, para moverse de manera inteligente en la sociedad de la información, va a depender de su capacidad atencional”
Gregorio Luri