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Gestión del cambio, el puzzle del liderazgo consciente

Decir que la vida es cambio suena a frase manoseada. No dice nada. Todos nos hemos enterado de que nadie está a salvo de cambios, incluso brutales, y más si somos líderes. Ahora bien, ¿cómo podemos afrontarlos con éxito?, ¿qué clase de liderazgo tenemos que desarrollar?, ¿qué es eso del liderazgo consciente?

Con esta reflexión, propongo indagar en cómo podemos adaptarnos con éxito a los cambios desde nuestro rol de líderes, pero hablaré de un liderazgo que como un rompecabezas se armará con las facetas que necesitamos desarrollar cuando el contexto nos exige asumir grandes cambios. Veamos, una a una las piezas del puzzle:

La primera habla del liderazgo adaptativo, que transita con una actitud abierta, una actitud de protagonista. Para ello es fundamental amplificar el rol que nos lleva a la acción.

Como líderes en otras ocasiones toca ponernos en el rol de observador, o con una perspectiva más crítica, con el rol de oposición. También puede que adoptemos el rol de seguidor, pero cuando se trata de adaptación al cambio tendremos que poner el foco en el rol de iniciación. Ser iniciadores, empujar, movilizar la acción. Ahí es donde empiezan a cambiar las cosas; empiezan a suceder cosas diferentes.

Tres círculos de influencia

A la hora de afrontar un cambio, lo primero será pararnos y pensar en qué círculo encaja: si es en el círculo de lo que depende de mí; en el que no depende de mí, pero puedo influir. O en el tercer círculo, que es donde no depende de mí y tampoco puede influir. En cualquiera de los tres círculos puedo ser protagonista por acciones, por conversaciones o desde mi actitud.

A su vez, hemos de asumir la curva del cambio, más que de todos conocida, pero no por ello muchas veces tenida en cuenta. En cualquier cambio, puede que transitemos desde la negación hasta la aceptación, pasando por los miedos y el camino del desierto.

La curva del cambio apela a sentirnos cómodos con un liderazgo situacional (segunda pieza), un liderazgo adaptado al ritmo de cada persona, usando la escucha, la empatía, las preguntas poderosas y apoyando a nuestro equipo en su día a día.

Otra de las facetas es el liderazgo de relación (tercera), es decir, de relaciones, de conversación. Se trata de co-crear y ser líderes participativos (cuarta). Este liderazgo habla más de usar las preguntas que las respuestas; de una estructura grow, donde partimos de objetivos claros, analizamos cuál es la situación actual basada en hechos, identificamos el gap entre la situación actual y la deseada, buscamos opciones, tomamos decisiones y generamos un plan de acción.

Tensión creativa

O action learning. Los líderes tenemos que ser generadores de tensión creativa. Pero ¿qué es la tensión creativa? La diferencia entre la visión y la realidad. Veamos un símil con una goma elástica. Cogemos una goma elástica y la ponemos entre el pulgar y el índice, e intentamos estirarla todo lo que podemos sin romperla, eso es tensión creativa. Es decir, llevamos a los equipos a una visión inspiracional, motivadora, que hace sacar lo mejor de las personas, siempre llegando a ese punto de visión sin pasarnos, porque si nos pasamos de visión, la goma se rompe y entonces aparece la frustración, con una visión inalcanzable.

Tan negativo es tener una visión inalcanzable como una poco ambiciosa. Aquí entra el concepto de tensión creativa que es llevar la tensión en los equipos, siempre que permita maximizar el potencial de los mismos con una visión ambiciosa. Tomamos conciencia profunda de la realidad actual, de donde estamos y al mismo tiempo tenemos la visión clara de lo que queremos conseguir, hacia dónde vamos.

Liderazgo creativo versus liderazgo reactivo

Por último, necesitamos ser líderes creativos (quinta pieza). En los grandes cambios (y en los pequeños) necesitamos creatividad, innovar. El liderazgo creativo es cuando actúo desde lo que quiero crear, que con una energía de pasión, quiero hacer realidad esa visión. Es decir, jugar a ganar. En el símil del tenis o del pádel es subir a red y darlo todo.

Por el contrario, también podemos ponernos en el liderazgo reactivo (sexta), cuando actúo desde lo que quiero evitar; lo que veo son problemas y estoy en modo apagafuegos.

En este segundo contexto, el paradigma es jugar para no perder. Mi energía surge del miedo. En un campo de tenis es cuando nos vamos atrás a devolver pelotas.

Liderazgo consciente

El dilema lo resolvemos con el liderazgo consciente (séptima pieza, puzzle completo), que es darnos cuenta de si estamos en un liderazgo reactivo o creativo. En el reactivo, saltan nuestros patrones de complacencia, no saber decir no; de control; de hacer micromanagement; de protección, de quererme proteger y proteger a mi equipo, y de justificarnos.

En cambio, en el liderazgo creativo, la energía viene de tener una visión clara, un propósito claro, un sueño de querer conseguir algo y de crear.

Al final, el liderazgo es una elección consciente, y cada uno elige cuando está en modo creativo y cuando en reactivo. Y tú eliges: porque ser líder es elegir.

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