Todos nos consideramos empáticos aunque a la hora de la verdad no lo seamos… Ponerse en el lugar de los otros, ser sensibles a los sentimientos de tristeza, de alegría o de dolor no es tan sencillo ni tan intuitivo como solemos creer. De hecho, a menudo la confundimos con la simpatía, la clonfluencia o la compasión. Sin embargo, la empatía es algo diferente, y constituye una de las herramientas sociales más potentes del ser humano. En Las Mañanas de RNE hablamos sobre qué es realmente y cómo podemos entrenarla.
Pero, ¿qué es exactamente la empatía? Es la capacidad de entender lo que piensa, lo que siente o lo que le pasa a otra persona. Tampoco consiste exactamente en ponerse “en los zapatos del otro”, ya que no todos tenemos el mismo número de pie ni utilizamos el mismo calzado, por seguir con la metáfora. Cuando nos relacionamos con alguien, nosotros nos aproximamos con nuestra propia experiencia y vivencias, por lo que ponernos exactamente en la piel del otro es algo casi imposible; además, abarca tantas cosas que en realidad, como veremos, tampoco estaríamos siendo verdaderamente empáticos.
Por tanto es importante conocer las diferencias entre lo que es y lo que no es empatía, porque de otro modo podemos acabar haciendo cosas raras sin ser empáticos, que es lo que buscamos en realidad.
La compasión, por ejemplo, es uno de los sentimientos que a veces confundimos con la empatía. Compasión supone sentir con el otro y atiende solamente a una dimensión de la empatía, que es la emocional. Esto ciertamente ayuda, porque acompañas al otro cuando se siente solo, pero no está cumpliendo la función social de intercambio y reciprocidad que tiene la empatía.
Otro de esos sentimientos es la simpatía: cuando simpatizas con alguien, o con una idea, en definitiva significa que estás de acuerdo con ella, hay un componente de aprobación en lo que estás diciéndole. Para ser empático, por el contrario, no hace falta que le apoyes ni que le des la razón, simplemente que le entiendas, aunque no estés de acuerdo. En ese sentido, puedes empatizar con cualquiera, incluso con personas que no te resulten agradables, puesto que se trata de comprenderlas sin salir de tu propia posición. Sin embargo, es evidente que no puedes simpatizar con todo el mundo.
¡Entrena tu empatía!
La empatía se empieza a desarrollar desde el vientre materno, no en vano es el único momento de la vida en el que realmente estamos “en la piel del otro”. Ahí es donde, con esa reciprocidad e intercambio entre madre e hijo, se inicia la empatía. Cuando nacemos, cuanto mayor sea esa reciprocidad, es decir, más interacciones, contacto entre el niño y la madre –también con el padre, pero sobre todo con la madre, para prolongar el vínculo–, ahí se está entrenando la empatía. Precisamente muchos estudios revelan que los niños que han recibido malos tratos o que no han contado con el suficiente contacto o “calor humano” tienen más posibilidades de ser maltratadores a su vez, ya que no han desarrollado esa capacidad de entender cómo se siente otra persona.
Así pues, la empatía no es solo una cuestión emocional; de hecho, es más racional que emocional, porque parte del entendimiento del otro. Evidentemente tiene una dimensión emocional, porque de alguna manera cuando entiendes al otro te contagia sus emociones, pero el componente racional es más importante. Por eso los consejos para desarrollar la empatía se dirigen más a nuestra racionalidad.
Empatizar tiene que ver con entender y para eso solo hace falta voluntad. Por este motivo, alguien que no es empático, aunque sea adulto, puede entrenarse para desarrollarla. ¿Cómo entrenar la empatía? Estos tres simples consejos te ayudarán sin duda a conseguirlo:
- Escucha y observa. Este es el primer paso y resulta fundamental. Normalmente escuchamos las palabras de la otra persona, pero también hay que fijarse en la mirada, los gestos, los movimientos, la dilatación de sus pupilas, el tono de su piel (por ejemplo, si se sonroja), etc. Todos estos son indicadores que quizá a nivel consciente no ves, pero que estás captando y entendiendo a nivel incosciente. Cuando hablas rápido y miras a otro lado, es más difícil que entiendas a tu interlocutor, o puede que entiendas sus argumentos pero no captarás la dimensión emocional. Por tanto, la primera herramienta para entrenar la empatía es tomarte tiempo para escuchar a otras personas: apagar el móvil, desconectar, buscar un lugar tranquilo, estar con el otro: mirarle y escucharle. Insisto, la escucha y la observación van de la mano cuando hablamos de empatía. En este punto hay que tener cuidado con la “empatía egocéntrica”. Esto ocurre cuando estás escuchando a alguien, y para mostrar empatía le dices “Te entiendo perfectamente…”, o “A mí me pasó…”. Es decir, empiezas a contar batallitas, con la mejor intención del mundo, pero desviando la atención hacia ti, con lo que el otro no se sentirá ni comprendido ni apoyado. Primero escucha, empatiza, entiende al otro y entonces podrás dar tu opinión o tus consejos. Cuidado con interrumpir.
- Pregunta y reformula. Una manera muy positiva de mostrar que estás escuchando y asegurarte de que estás entendiendo es preguntar, por ejemplo: “Entonces, lo que quieres decir es que…”. El otro tiene la oportunidad de decirte, “Sí, me has entendido”, con lo que estaría entrando en juego la empatía. De hecho, si observáramos los cerebros de esas dos personas en ese momento, veríamos que muchas funciones se mostrarían como en conexión. La reformulación, es decir, repetir con tus propias palabras lo que te ha dicho la otra persona, es otra forma de preguntar, pero de nuevo te ofrece la oportunidad de reafirmar la empatía y tu comprensión.
- No descuides las relaciones sociales. La interacción social es otra herramienta imprescindible para aquellas personas que quieran mejorar su capacidad de empatía. Procura reunirte con amigos o familia con frecuencia, como mínimo una vez a la semana. Es imprescindible que tengas un espacio para socializar, porque está demostrado que cuanto más contacto tienes y más escuchas lo que te cuentan tus amigos y tu entorno, más estás trabajando esa parte de tu cerebro que te ayudará a la comprension. Lo que hacen los primates en el tiempo que dedican a acicalarse unos a otros, hasta varias horas al día todos los días, se parece mucho a la función social que tiene para nosotros salir de copas con los amigos.
Por último, practicar la empatía no tiene riesgos, puesto que no implica que abandones tu propia posición ni que estés de acuerdo con los demás, simplemente supone escuchar a las personas que te rodean y procurar entender lo que les sucede. Así que ya sabes, cuando alguien necesite tu ayuda, pon atención a lo que te dice y recuerda estos consejos para ofrecerle realmente la empatía que necesita.