Se habla mucho de empatía, de inteligencia emocional e incluso, en las organizaciones más avanzadas, de compasión. Pero la realidad, hasta donde yo conozco, es que todavía no se ve la necesidad de entrenar la empatía de los líderes y de hecho no es un valor integrado en la cultura de las organizaciones. Se invierte más en desarrollar la comunicación y el feedback. Sin embargo, se olvida que el paso previo es la empatía, ya que si fueran más empáticos, se comunicarían mucho mejor.
Para empezar, el primer problema es que no se sabe lo que realmente es ser empático. Se confunde con sentir como el otro, ponerse en el lugar del otro, estar en sus zapatos… y realmente, aunque lo definamos así de forma coloquial, a la hora de aplicarlo, estas definiciones nos lo ponen muy difícil. Básicamente, porque es imposible sentir lo que siente otro ser humano, ponerme literalmente en su lugar. Estas acciones implican fundirme con el otro, salir de mi o suplantar al otro. E insisto: no es posible y no ayuda.
¿Qué es la empatía?
La empatía es un acto intelectual. Tiene que ver con entender al otro, comprenderlo, y aunque no puedo prescindir de mis creencias, valores y costumbres que me influyen –porque no puedo dejar de ser quien soy–, sí puedo ver a la otra persona, escucharla y entender sus motivos. Y todo a pesar de mi propia historia personal, construida con mis creencias, valores y costumbres.
Una vez que entiendo al otro, ya puedo sentirme de forma parecida, pero nunca igual. Desde este punto de vista, la empatía es muy útil y rentable para las organizaciones, pues si entiendo a los miembros de mi equipo, puedo acercarme a ellos y liderarles respetando la diversidad. Tengo más probabilidades de tener relaciones de calidad y un liderazgo de alto nivel.
Según el último Workplace Empathy Monitor, realizado por Businessolver, en Estados Unidos, el 85 % de los empleados afirma que la empatía está infravalorada, y menos de la mitad valora la cultura de su empresa como empática. Sin embargo, al 92 % le gustaría tener un empleador empático, el 77 % trabajaría más horas y el 60 % valoraría menos el dinero si su empresa fuera empática.
El líder empático
Ser un líder empático implica dedicar tiempo al equipo, escuchando y dialogando. Aunque me he encontrado con pocos líderes que lo hagan, lo que más me sorprendía de los que conozco era precisamente su capacidad para organizarse y priorizar, dedicando tiempo a lo verdaderamente importante para un líder: su equipo. Son personas que transmiten calma, serenidad, una sensación de ser dueños de su tiempo de verdad. En mi caso, me hacían sentir importante porque cuando estaban hablando conmigo, estaban al cien por cien presentes y sin prisas… y eso es algo dificilísimo. Realmente son personas con un nivel de responsabilidad muy alto y tiempo escaso.
Haz crecer tu empatía
Para educar a seres humanos empáticos, sería fundamental entrenar a los niños desde pequeños a entender las situaciones de otras personas, de los animales, del mundo, etc. De adultos es más difícil, pero también es posible. Requiere entrenamiento, tiempo y paciencia. No obstante, ayuda mucho cuando las personas entienden cómo se hace.
Veamos unos sencillos pasos:
– Escucha y pregunta con auténtico interés.
– Vuelve a escuchar y parafrasea lo que te ha dicho la otra persona.
– Chequea y demuestra al otro lo que has entendido y que le has entendido.
La realidad es que cuando prueban, ven que funciona. En Be-Up entrenamos la empatía con los directivos trabajando con actores y aunque al principio cuesta, repitiendo y dándoles feedback logran hacer grandes avances.
Así que, si no te sientes empático pero sabes que sería muy bueno para tu día a día, en este otro artículo encontrarás precisamente las claves para desarrollarlo más.