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Reflexiones sobre Coaching

Me gusta referirme al proceso de coaching como una negociación con el inconsciente para ser conscientes de su existencia. Y hablo de negociación porque tiene un poder y una influencia muy grande en nosotros; normalmente, a lo que más atendemos, o a quien más caso hacemos, es a nuestro inconsciente. Y en este sentido, cuando se dice que somos complejos o contradictorios, más bien lo que queremos decir es que somos inconscientes. El inconsciente dirige nuestro día a día, por ello es importante conocerle y educarle.

El diálogo nos hace conscientes y para ello siempre necesitamos a otra persona; los demás nos mantienen despiertos y pueden hacer de espejo para que nos veamos a nosotros mismos. El coaching constituye uno de los métodos más acertados para descubrirnos a nosotros mismos. A través del diálogo y la reflexión profunda llevamos a lo consciente todo aquello que funciona en modo automático en nosotros, llevando a la acción nuestros objetivos para convertirlos en hábitos.

El problema, o mejor dicho, el gran reto, es que nosotros sabemos conscientemente lo que queremos ser, pero una cosa es lo que deseamos ser y otra muy distinta lo que somos en realidad. A veces, esta dualidad coincide y es cuando somos auténticos, cuando fluimos y cuando mejor nos sentimos con nosotros mismos y con el entorno. Lo que también sucede en ocasiones es que lo que está en nuestro inconsciente no es compatible con lo socialmente establecido, no coincide con los valores sociales. Por eso muchas veces somos contradictorios. El coaching apuesta porque integremos estas contradicciones, que seamos conscientes de ellas, que nos demos cuenta cuando las ponemos de manifiesto y que en ese “darse cuenta” decidamos y seamos libres de seguir por ahí o cambiar. Lo fascinante del coaching es que nos ayuda a conocer lo que queremos ser (clarificar lo consciente), pero no se queda ahí, porque además nos ayuda a serlo (llevarlo al inconsciente) a través de los planes de acción y el seguimiento.

Tratar con el inconsciente (y con el ego) de las personas no es nada fácil; el coach ha de “caerle bien” a nuestro inconsciente. Pero como digo, hay que tener mucho cuidado porque el inconsciente no admite que le digan lo que tiene que hacer, no soporta que le obliguen, ni que le manipulen, ni que le dirijan, ni sentirse juzgado, no soporta la falta de información… vaya que, es muy especial. Por eso el coach ha de ser más un espejo que refleje y reformule, un facilitador para hacer sencillo lo complicado; también ha de ser un poco provocador para estimular y sobre todo ha de ser muy generoso, porque la generosidad también la capta el inconsciente y es fundamental para conseguir su compromiso. El coach va pidiendo poco a poco permiso al inconsciente para entrar y por eso las preguntas son una de las claves en la relación de coaching, porque el inconsciente necesita responderlo todo, cerrarlo todo… Al inconsciente al que me refiero es a nosotros mismos cuando funcionamos con el “piloto automático” puesto, y esto sucede el 95% de nuestro tiempo, porque nos resulta más sencillo así, si no sería agotador.

Como vemos, para ser efectivo, es fundamental concretar y dominar el método utilizado en los procesos de coaching. No basta con sentarse a dialogar o filosofar. El coaching no es sólo un arte, ha de ser también una ciencia. Lo importante, se siga el método que se siga, es promover la reflexión: entendida como aquella fase en la que el pupilo examina sus propios estados, comportamientos, deseos y pensamientos y se auto-convence de la necesidad de cambiar aquellas creencias que le influyen negativamente en su proceso de desarrollo, al tiempo que refuerza aquellas que le ayudan e impulsan. Asimismo se ha de favorecer el descubrimiento: el “factor eureka”; descubrir es conocer, sorprenderse, ganar fuerza y avanzar, en definitiva adquirir conciencia emocional. También se ha de concretar un plan de acción, un “compromiso dinámico” que debe garantizar la ejecución de acciones o la adopción de ciertas actitudes tendentes a los resultados u objetivos propuestos. Las posibilidades de desarrollo personal pasan por las capacidades de actuar propias, aunque es preciso crear el mecanismo de autocontrol (ya sea feedback, ya sea seguimiento simple u otras fórmulas) y, en definitiva, generar hábito; sabemos que la repetición de varios actos da como resultado las disposiciones, y la suma de estas disposiciones que facilitan la acción se convierten en hábitos.

El verdadero arte de vivir y de relacionarse se manifiesta a través de la naturalidad y espontaneidad de las propias rutinas y hábitos adquiridos.

Marta Romo

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