La “quiet ambition” o ambición silenciosa es un tema que parece desafiar la percepción tradicional del éxito profesional. No creo que sea el elixir definitivo para la felicidad en el trabajo, pero sí sostengo que puede contribuir significativamente a ella mediante la coherencia entre lo que somos y lo que aspiramos a ser. A menudo se mira con recelo a quienes no desean escalar en la pirámide jerárquica, olvidando que no todos buscamos lo mismo ni estamos destinados a ocupar las mismas posiciones.
Todos poseemos algún tipo de ambición, aunque no siempre dirigida hacia posiciones de mayor jerarquía. Esta tendencia está redefiniendo las carreras profesionales, el concepto de éxito y el liderazgo, reorientándolos hacia metas que están más alineadas con los valores personales. Aceptar y actuar conforme al lugar que realmente deseamos ocupar es un acto de valentía y puede proporcionar una gran paz interior.
Autoconfianza y valentía
Esencial en este proceso es la autoconfianza, crucial al momento de expresar nuestras verdaderas aspiraciones dentro de la empresa. Tener una conversación franca con un superior o con el departamento de recursos humanos sobre nuestras expectativas no debería perjudicarnos; si lo hace, probablemente no estemos en el lugar correcto. Creo firmemente que nadie aspira a ser mediocre; todos deseamos aprender y crecer. Sin embargo, el crecimiento no siempre implica ascender. Puede ser transversal, participando en proyectos de otras áreas, o incluso lateral, aceptando nuevos desafíos dentro de nuestro rol actual o cambiando de empresa.
Nos enfrentamos a la contraposición de dos necesidades básicas: nuestro deseo de aprender y avanzar, y nuestro anhelo de ser aceptados y no defraudar a otros. El temor a comunicar que no deseamos más responsabilidad por miedo al rechazo, o el miedo a perder oportunidades de aprendizaje al no buscar promociones, puede llevarnos a traicionarnos a nosotros mismos. Por ello, normalizar la conversación sobre la “quiet ambition” es fundamental para fomentar un entorno que valore estas elecciones.
La “quiet ambition” siempre ha existido
Desde mi perspectiva, la “quiet ambition” siempre ha sido parte del mundo laboral, aunque raramente hemos tenido el coraje de reconocerlo o discutirlo abiertamente. Sabemos que se necesitan diferentes roles dentro de un equipo, no solo figuras estelares como los “Ronaldos”. Actualmente, y especialmente entre los jóvenes, hay una mayor disposición para reconocer nuestras verdaderas ambiciones y respetar nuestro estilo de vida. Las preguntas sobre el horario de trabajo y la cultura empresarial se están volviendo comunes en las entrevistas de trabajo, reflejando un cambio significativo en las prioridades laborales.
“Quiet ambition” no es falta de compromiso
Uno de los problemas más grandes es la percepción errónea por parte de algunos directivos de que la “quiet ambition” implica una falta de compromiso. Este malentendido puede llevar a no valorar adecuadamente a profesionales que son contribuyentes esenciales y que sostienen el funcionamiento diario de las organizaciones. Es crucial reconocer el esfuerzo y la calidad más allá de la simple visibilidad y promoción personal.
Por tanto, las organizaciones deben aprender a ofrecer oportunidades de aprendizaje y crecimiento que no se limiten a la promoción tradicional. Fomentar el aprendizaje continuo, la colaboración y la flexibilidad beneficia no solo a los perfiles con “quiet ambition”, sino a todos en la empresa.
Este artículo nace de mi participación en el reportaje “Los profesionales no quieren ser jefes”, en el diario Expansión.