La palabra ajá normalmente va acompañando a una afirmación, solemos utilizarla como sinónimo de un “sí, claro, efectivamente…”, aunque en ocasiones puede ser simplemente una palabra que utilizamos cuando escuchamos a alguien y queremos hacer ver que estamos escuchando con atención… Un “momento ajá” es cuando una persona muestra una evidencia inconfundible de que ha comprendido o descubierto algo, es el momento preciso en el que sus estructuras mentales han sufrido una transformación y algo se ha colocado. Tiene que ver con la autonomía en el aprendizaje, cuando descubrimos una verdad por nosotros mismos. Es un descubrimiento personal, no impuesto por otros. Algunos investigadores, como el Dr. Masami Isoda de la Universidad Tzukuba de Japón, lo describen como ese instante en el que el ser humano genera un pensamiento único, genuino, creativo…, y señalan también que todos somos capaces de experimentar estos momentos. Si esto es así realmente, la noticia es extraordinaria, significa que podemos generar las condiciones para desarrollar aún más nuestra creatividad.
¿Cómo podemos conseguir mayor cantidad de momentos ajá? ¿Cómo podríamos provocar la emergencia de estos momentos en otras personas como colaboradores, coachees, clientes, etc.?
El cerebro humano es un extraordinario sistema de procesamiento de información, que puede llegar a formular trillones de cómputos por segundo. Solo para permanecer de pie, los ganglios basales tienen que hacer una gran cantidad de cálculos. El cerebro es brillante en la ejecución de las tareas físicas que pueden ser codificadas, como por ejemplo conducir, o tareas lineales como multiplicar hasta dos dígitos sin mucho esfuerzo. Sin embargo, nuestros cerebros tienen limitaciones sorprendentes cuando se trata de problemas complejos, “no lineales”. Nadie resuelve problemas complejos por voluntad ni por gusto, normalmente es una obligación y, curiosamente, las respuestas suelen aparecer repentinamente cuando menos te lo esperas, cuando no existe esa presión o se está realizando otra tarea diferente al tema en cuestión.
Y aquí está el problema. Cuando tratamos de buscar una respuesta a una situación compleja y nos forzarnos, nos presionamos y nos esforzamos para lograrlo, en realidad lo que estamos haciendo es tensar nuestro cerebro y funcionar desde el modo “consciente”, que no es un buen recurso en este tipo de situaciones en las que la creatividad entra en juego. Cuando estamos ansiosos, nuestra visión es en forma de túnel, con lo cual no estamos abiertos a las alternativas, ni a las opciones. No hace falta que lo digan los científicos, basta con revisar la propia experiencia para darnos cuenta de que las respuestas de repente llegan cuando te vas a dormir, estás en la ducha, conduciendo, corriendo… Nuestros recursos inconscientes son mucho mayores que nuestros recursos conscientes.
Es poco probable que podamos controlar cuando tenemos una idea, sin embargo sí podemos aumentar drásticamente la probabilidad de que surja. Las investigaciones del experto en neurociencia David Rock sobre los “momentos ajá”, nos dan mucha información sobre cómo aumentar la probabilidad de tener estos momentos de brillantez y demuestran que se puede conseguir una mejora del 500% en la generación de ideas si se siguen unas cuantas pautas sencillas.
Una de las claves tiene que ver con realizar tareas agradables y repetitivas. Actividades que silencian el ruido de nuestro cerebro y nos permiten escuchar otro tipo de conexiones neuronales más débiles por ser nuevas, que no podemos atender mientras estamos con presión y con la atención puesta en el objetivo. Marcos Beeman, uno de los neurocientíficos que estudian el fenómeno ajá, lo demostró en una de sus investigaciones publicadas en el Diario NeuroLeadership “(…) variables que mejoren la capacidad de detectar asociaciones débiles pueden mejorar la resolución de problemas”.
Otra recomendación importante es potenciar la introspección o escucha interna. Si activamos la atención, desactivamos la introspección y viceversa, son dos circuitos cerebrales que no pueden funcionar a la vez. Son literalmente incompatibles, o se está hacia fuera, o se está hacia adentro. Los estudios de Beeman revelan que se detectan ondas alfa en la corteza auditiva y visual del cerebro justo antes de que alguien tenga una idea. Este tipo de ondas acontecen cuando estamos despiertos y a la vez relajados, despreocupados, no hay amenazas y los pensamientos son agradables y positivos. No hay esfuerzo. Por lo tanto, es más fácil que las ideas emerjan cuando estás en este tipo de situaciones, en las que no tienes que preocuparte de lo que está sucediendo a tu alrededor y puedes centrarte en ti mismo.
La pieza final del rompecabezas es menos ruido. En el mundo de las organizaciones, tendemos a hacer lo que nuestro cerebro no necesita: poner presión sobre nosotros mismos o nuestros colaboradores, café extra, trabajar con grandes cantidades de datos, o peor aún, tormentas de ideas en grupo, lo que crea una gran cantidad de ruido mental y presión por quedar bien. Trabajar en entornos abiertos, facilita la colaboración, sin embargo generan ruido y distracciones que dificultan los momentos ajá, por ello es recomendable tener espacios de reflexión. A modo de ejemplo y frente al clásico brainstorming, David Rock sugiere un enfoque alternativo: definir una pregunta en grupo; después, tomarse un tiempo para hacer algo interesante (repetitivo y simple) y permitir que el cerebro no consciente busque la solución por ti. Si quieres que la gente tenga más ideas, es necesario reducir el nivel de “ruido” en las cabezas y crear un espacio que fomente los momentos de reflexión.
Si tuviera que resumir en una frase cómo generar momentos ajá, diría que para resolver un problema, es mejor dejar de tratar de resolver el problema.
Marta Romo, socia-directora de Be-Up
Publicado en Noviembre en Observatorio de RR.HH.