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La rentabilidad del optimismo

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El optimismo está de moda y parece que, en estos tiempos, las personas optimistas escasean; en algunas ofertas de empleo, además del perfil profesional, se buscan personas que, además sean optimistas. Por ejemplo, la NASA, selecciona a sus candidatos astronautas incluyendo entre una de las cinco competencias más valoradas, el talante optimista.  El optimismo tiene mucho que ver con la superación, que es básicamente la combinación entre persistencia y logro. Siguiendo al Doctor Seligman, el optimismo tiene dos dimensiones básicas, que determinan su estilo explicativo: la persistencia y la pervasividad (tendencia a ver las cosas en términos universales).

  • Permanencia – Sucesos Positivos: sucede cuando las personas  creen que los sucesos positivos tienen una causa permanente. Estas personas son más optimistas que aquellas que creen que tienen causas temporales.
  • Permanencia – Sucesos Negativos: cuando las personas  abandonan fácilmente y creen que las causas de los sucesos negativos que les suceden son permanentes. El pensamiento subyacente es: “Los sucesos negativos persistirán y siempre permanecerán afectando a mi vida.” Las personas que se resisten ante la indefensión aprendida (creer que no puedo) creen que las causas de los acontecimientos negativos son temporales.
  • Persistencia – Sucesos Positivos: sucede cuando las personas creen que los sucesos positivos potencian todo lo que hacen, son optimistas. El pesimista cree que los sucesos positivos son causados por factores específicos.
  • Persistencia – Sucesos Negativos: cuando las personas dan explicaciones universales o generales sobre sus errores y cuando abandonan al surgir una dificultad, estas personas son pesimistas. Las personas que encuentran explicaciones específicas son más optimistas, pueden sentirse indefensas en esa parte de sus vidas, pero mantenerse firmes en otras.

El optimismo no es ver siempre el vaso medio lleno. El optimismo inteligente, es ver el vaso tal como está, basándose en hechos concretos, en evidencias.  No podemos vivir sin ilusión y a la vez sin realidad. La visiones son aceptables únicamente si son creíbles.

El Doctor Rojas Marcos, psiquiatra experto en optimismo, habla de las “empresas optimistas”, estas empresas tienen la clave de la persistencia, de la longevidad y de la rentabilidad. Son empresas en las que sus profesionales creen que sus aportaciones son claves para el resultado económico. ¿Y cómo detectar si una empresa es optimista? Algunas claves tienen que ver con la ilusión de su gente, el nivel de comunicación adecuado, cada persona sabe lo que se espera de él, la relación es fluida, se fomenta el aprendizaje a pesar de los errores.

El optimismo no es sólo bueno para las empresas, sus beneficios en la persona, a nivel individual se extienden a todos los ámbitos de la vida: en nuestra salud, en el trabajo, en nuestra maduración, en las relaciones interpersonales, en el deporte, etc. El pensamiento positivo tiene un inmenso poder reparador en la persona, y su antítesis, la ausencia de esperanza, deriva en depresión. La depresión, que no es otra cosa que la enfermedad de la desesperanza, es uno de los peores males de nuestro tiempo.

Otro de los conceptos que surge en torno al optimismo es el de resiliencia, que es la capacidad que tienen los metales de fundirse y no perder sus propiedades pudiendo volver a su estado natural. Si lo aplicamos a la persona es esa capacidad de levantarse una y otra vez ante sus caídas, ante las dificultades. Otros lo llaman flexeverancia: la combinación de ser flexible y perseverante a la vez. Tendemos a identificar el optimismo con el sentido del humor, con el ji, ji y el ja, ja. El optimismo en realidad, tiene mucho que ver con la persistencia, con la perseverancia. Las personas optimistas lo intentan más veces. Por eso es más rentable ser optimista.

En palabras del Doctor Luis Rojas Marcos, el optimismo puede reflejarse analizando tres perspectivas:

  • El futuro: lo que llamamos esperanza, la sensación que experimentamos de conseguir algo; está muy relacionado con la confianza que tenemos en nosotros mismos y nuestra fuerza de voluntad.
  • El presente: ante un momento difícil una persona optimista tiende a pensar que la adversidad no va a durar siempre y que no es el único responsable de esa situación.
  • El pasado: nuestra manera de recordar nuestro pasado, nuestra autobiografía también es importante; algunas personas miran hacia atrás y no se perdonan, no obtienen ningún aprendizaje de los errores y no se dan segundas oportunidades.

Pero ser optimista es bien difícil en los tiempos que corren: la televisión, la prensa, la radio y los chismorreos, nos bombardean con malas noticias. Si vemos el telediario, todo son sucesos o incluso los cotilleros de la presa del corazón que más se comentan son los relacionados con cosas negativas (trágicas muertes, sonados divorcios, discusiones, escándalos…), todo esto alimenta nuestro morbo y destruye poco a poco nuestras defensas. Nos inyectamos a diario negatividad y aumentamos ese círculo de preocupación. Parece que pongamos el canal que pongamos, leamos lo que leamos o escuchemos lo que escuchemos, estamos rodeados. Hagamos lo que hagamos, no podemos escapar. Esto no es otra cosa que lo que Martín Seligman, denominó tras experimentar con perros, “Indefensión aprendida”. Hemos aprendido, rodeados de tanta negatividad, tanta situación estresante, que no podemos superarlo, que no podemos escapar o lo que es lo mismo, que no hay alternativa. Esta indefensión nos hace comportarnos como sujetos pasivos y sufridores, aprendemos a sentirnos indefensos y a no ser dueños de nuestro destino. Es el típico comentario que a veces dicen algunas personas “¿Para qué intentarlo? No merece la pena”, refleja muy bien esta actitud. La indefensión aprendida hace que no nos esforcemos por conseguir las cosas, que seamos reactivos en lugar de proactivos, que no tengamos interés por las cosas, que no participemos, que no nos comprometamos.

La estrategia, como decía anteriormente es centrarnos en las cosas pequeñas de la vida, las cosas que sí están en nuestra mano. En realidad el efecto optimismo funciona como el efecto placebo, este se produce cuando un enfermo mejora o incluso se cura, tras haberle suministrado un tratamiento sin ninguna fundamentación terapéutica. Placebo, que también es un grupo de música, es la primera persona del verbo en latín placere en futuro: “me gustará”. No es otra cosa que aprovechar una expectativa o pensamiento positivo del enfermo, que le condicionará hasta tal punto de tener un efecto terapéutico en su enfermedad. Fijaos hasta qué punto nos condicionan nuestro pensamientos. El efecto placebo es tenido tan en cuenta en la investigación médica, que para que salga un nuevo medicamento, se tiene que probar que sus beneficios terapéuticos son superiores a los de una sustancia placebo. El interés moderno por el optimismo nace de la constatación del papel jugado por el pesimismo en la depresión. Desde esta perspectiva, son muchos los estudios que muestran que el optimismo tiene valor predictivo sobre la salud y el bienestar, además de actuar como modulador sobre los eventos estresantes, paliando el sufrimiento y el estrés. Pensemos en positivo, engañémonos con un futuro mejor, aunque sólo sea por salud.

La hermana mayor del optimismo es la capacidad de superar las desdichas y también las dichas. Las personas optimistas, son personas que se superan día a día. Es curioso, porque “optimismo” parece un término positivo y fácil y “superación”  suena difícil y no tan positivo. Hoy no está muy de moda, no es un valor en auge la capacidad de superación y sí lo está el optimismo. Pues ambas van de la mano y son condición necesaria. Pensar en el futuro nos hace persistir y ser optimistas, pero lo más importante es que nos hace felices. Imaginar cómo será nuestro futuro, nos hace más feliz. Nos hace superarnos para conseguirlo y construir nuestra vida. Porque no es el pasado el que crea nuestro presente, sino la proyección del futuro.

Marta Romo, socia directora de Be-Up

Publicado en Junio 2013 en Observatorio de RR.HH.

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