Destrona al estrés con baños de silencio y de bosques

El estrés crónico se está convirtiendo en una realidad para muchas personas. Las alarmas suenan por todas partes pero también las soluciones. Antes de avanzar con los antídotos, animo a…

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#PongamosDeModaLaPerseverancia

¿Quieres ser feliz? Trabaja tu perseverancia. Es un axioma que ha sido indestructible a lo largo de la historia de la evolución humana. Y aunque suene muy rotundo, es una de las cualidades más importantes para la felicidad. La perseverancia tiene que ver con seguir adelante a pesar de las circunstancias, mantenerte firme en tu propósito y no tirar la toalla cuando hay dificultades. Para ser perseverante, es fundamental tener claro el objetivo, el porqué, el propósito… que funcionan como motor y guía para seguir adelante.

Pero lo mejor es que la perseverancia se aprende, por lo que es fundamental sembrar esa semilla desde pequeños y cultivarla en la adolescencia.

En un mundo cada vez más volátil, la perseverancia como valor parece estar en crisis. Muchas personas no valoran esta cualidad porque la relacionan con la dificultad para el cambio, con la terquedad o con la necesidad de tener la razón. Sin embargo, la perseverancia no tiene que ver con estos comportamientos. Teniendo en cuenta los niveles de desarrollo de esta cualidad, en los más altos podemos encontrar lo que hoy se denomina “iteración”, tan de moda y muy valorada en las organizaciones. Iterar significa repetir una acción e ir mejorándola con la información obtenida hasta encontrar la óptima.

Anatomía de la perseverancia

Si deconstruimos la perseverancia, vemos distintos grados de desarrollo de esta cualidad. Así, en un nivel inicial, encontramos personas que persisten en sus objetivos a pesar de las dificultades. En un nivel medio de perseverancia, tendríamos a personas que son capaces de pedir ayuda para conseguir sus objetivos y seguir adelante. Y en el nivel más alto encontramos personas que, además, son capaces de dejar de hacer cosas que no contribuyen a su objetivo e incluso cambiar el rumbo cuando es necesario; aprenden de los errores y rediseñan su estrategia. Si no somos capaces de dejar de hacer o de realizar cambios en nuestra ruta, desde mi punto de vista, no hablaríamos de perseverancia sino de terquedad.

Además, las personas perseverantes actúan a pesar del miedo. No lo anulan, si no, serían kamikazes.

A su vez, la perseverancia está muy relacionada con el optimismo y es una de las cualidades más valoradas en las organizaciones, sobre todo en áreas comerciales que saben de primera mano lo importante que es.

La perseverancia marca la diferencia

Desde mi experiencia, la perseverancia marca la diferencia entre las personas. ¿Tanto? Sí, porque hoy en día ya no son tan importantes las decisiones, sino las ejecuciones. Una buena decisión mal ejecutada o que no se lleva a su fin, o que pierda fuerza, se convierte en una pésima decisión… y una mala decisión, si está bien ejecutada, si hay iteración y aprendizaje, puede transformarse en la mejor opción.

Así que sigamos el consejo del gran William James: «Actúa como si lo que hicieras marcase la diferencia. Lo hace». Al que yo añado: con toda la perseverancia de que seas capaz.

¡Cultívala y serás imparable! Por todo esto te propongo que #PongamosDeModaLaPerserverancia y disfrutemos de nuestros logros, que con esfuerzo sin duda nos llevarán a una mejor vida.

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Negocio: ¿La negación del ocio?

La fatiga y el cansancio mental nos llevan a tener un juicio deficiente, pensar con menos claridad, tener dificultades de autocontrol y problemas de creatividad. Por eso es tan importante cuidar la higiene mental, incorporando descansos periódicos y fomentando las distracciones. Pero vamos más allá de la jornada laboral, en un mundo cada vez más conectado, en el que la tecnología y las redes sociales se han colado en nuestro tiempo de ocio. Es clave encontrar un antídoto.

Cada vez son más las personas que cuando tienen un descanso o van al aseo, aprovechan para abrir Instagram, LinkedIn o Twitter… Podemos afirmar que las redes sociales ocupan parte de nuestro tiempo libre porque hemos llegado a la situación de que también en los momentos de ocio nos conectamos para decir a nuestros seguidores lo que estamos haciendo… y al final no estamos en lo que estamos; incluso en el ocio, tampoco desconectamos. Y este es el problema de la hiperconexión: estás conectado durante tu jornada laboral y fuera de ella también, aunque no sean temas de trabajo. De hecho, según el último informe de Hootsuite y We Are Social con datos de más de 200 países, en España, el 92 % de los usuarios se conecta diariamente; el 6 % al menos una vez a la semana y el 2 % como mínimo una vez al mes. El tiempo que los usuarios españoles pasan en internet es de 5,20 horas diarias; en televisión, de 2,53 horas; en redes sociales, 1,38 horas y escuchando música en streaming o por transmisión directa en internet, 45 minutos.

Pero no solo la hiperconexión es nuestro enemigo, las largas jornadas laborales también contribuyen a acelerar el estrés mental. Un reciente estudio británico con una muestra de más de un millón de trabajadores reveló que las personas que trabajan más de 55 horas semanales tienen un 33 % más de riesgo de sufrir un infarto que quienes se limitan a una vida laboral de 35 o 40 horas a la semana. Además, quedarte sin vacaciones puede hacer que tengas el doble de posibilidades de sufrir un ataque cardíaco. La ciencia no cesa de demostrar que la ausencia de tiempo libre es insana. El exceso de trabajo es un estresor crónico y el estrés continuado produce un aumento de los niveles de cortisol, pérdida de neuronas y fallos en la función cerebral.

Todas estas evidencias deberían concienciarnos sobre la importancia de mantener un equilibrio entre trabajo y ocio como elemento clave para nuestra salud física y mental. En muchas ocasiones echamos la culpa a nuestros empleadores; sin embargo, en esto hay un sesgo cognitivo porque nosotros mismos podemos ser nuestro mayor enemigo en este sentido: la carencia de tiempo libre se ha convertido en algo de lo que presumir. De hecho, cuando alguien te pregunta “¿Cómo estás?”, queda muy bien responder “Bufff… estoy muy ocupada” y es una especie de sinónimo de que te va bien en la vida. De hecho, la Universidad de Columbia, en colaboración con Harvard, realizó en 2016 una investigación que demostró que mostrarse muy ocupado influye positivamente en cómo nos perciben los demás. Incluso en nuestras creencias más profundas colocamos al ocio en un lugar opuesto al trabajo. Pero la realidad es que tener poco tiempo libre nos aleja bastante del bienestar.

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Gratitud, el elixir de las empresas responsables

En plena explosión de estudios sobre los beneficios de la gratitud, podemos afirmar que no solo transforma a las personas sino que también lo hace con todas nuestras formas de…

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¿Te gustaría tener superpoderes?

Seguro que a veces te gustaría ser como los superhéroes del cómic y las películas y poder contar con superpoderes que te ayuden a conseguir cosas que te parecen imposibles a primera vista. La realidad es que es más fácil de lo que piensas si pones a la neurociencia de tu parte. A continuación verás unas claves sencillas y poderosas.

Aprender a “doparnos” de manera natural. ¿Cómo? Activando el circuito de recompensa de nuestro cerebro. Sabemos que cuando la dopamina es protagonista somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos, es como si estuviéramos literalmente dopados. Este maravilloso neurotransmisor es la base de la motivación, pues nos moviliza hacia el estímulo que la provoca. Y también es la base del aprendizaje, pues nos ayuda con la atención y la retención. Activamos este circuito cuando estamos tranquilos y hay emociones positivas, por ejemplo con el agradecimiento o el feedback apreciativo.

Identificar los engaños del cerebro. El cerebro nos engaña constantemente y es una cuestión de supervivencia. Conocer nuestros sesgos inconscientes resulta clave para poder superarnos. Algunos sesgos tienen que ver con completar información cuando hay incertidumbre… por cierto, solemos ponernos siempre en el peor de los casos. Dotar de realidad a nuestros pensamientos negativos o catastrofistas, nos ayudará a disipar este tipo de sesgos.

Descubrir el poder de las elecciones. Cada una de nuestras acciones viene precedida siempre de una orden que damos a nuestras neuronas motoras para que se pongan en movimiento. Podríamos ser más libres de lo que somos, ya que constantemente estamos eligiendo lo que vamos a hacer. Sin embargo, no siempre somos conscientes de ello… esto es por un lado porque nos han educado en esta filosofía y, por otro, porque el margen de maniobra que tenemos es muy reducido, pues hablamos de microsegundos. La clave está en el tiempo, necesitamos tiempo para procesar la información. El tiempo marca la diferencia entre reaccionar (cuando actuamos automáticamente ante un estímulo externo) y responder (cuando elegimos la actuación ante un estímulo externo). Pararse de vez en cuando en situaciones importantes y tomarse un tiempo puede ayudar a dejar de reaccionar y empezar a responder.

Utilizar el lenguaje como motor emocional. Lo que decimos nos desnuda. Las palabras que empleamos para definir la realidad son una proyección sobre cómo vemos el mundo y cómo estamos por dentro. Por otra parte, las palabras activan en nosotros emociones, acciones y pensamientos. Por ejemplo, no es lo mismo decir “voy a intentarlo” que decir “voy a hacerlo”, ni siquiera es lo mismo que “voy a lograrlo”. Aunque estemos hablando sobre la misma acción, la connotación que le damos con el lenguaje, el nivel de intensidad de cada una de estas expresiones, es diferente e implica una orden con diferente nivel de intensidad en tu cerebro. Aprender a utilizar un lenguaje capacitador puede ayudarnos muchísimo a tener más energía, a ser más optimistas y a influir en los demás.

Aplicar la filosofía de “hacer nada” o perder el tiempo varias veces al día. Está demostrado científicamente que las mejores ideas surgen cuando no fuerzas a tu cerebro. Esto es así porque el cerebro necesita tranquilidad para poder ponerse en alto rendimiento (creatividad). Sabemos que justo antes de un “eureka” (onda gamma: patrón de oscilación neuronal que habitualmente está en torno a los 40 Hz) nuestro cerebro estaba ensimismado, muy relajado, con los ojos cerrados aunque despierto (onda alfa: en torno a los 8-13 Hz). Esto explica fenómenos como la procrastinación: tendemos a posponer lo que tenemos que hacer cuando implica dificultad y mientras tanto hacemos otras cosas intrascendentes. Es un mecanismo del cerebro para dar ese salto creativo, que te lleva a hacer cosas sencillas, como perder el tiempo previamente. Por eso las mejores ideas surgen cuando menos te lo esperas. Si esto lo aplicamos conscientemente varias veces al día, notaremos cómo incrementa nuestra capacidad para encontrar nuevas soluciones, relacionar conceptos y tomar decisiones entre otras cosas.

¿Mi propuesta? Aprovecha estas fechas navideñas para incorporar a tus hábitos estos superpoderes. ¿Mi deseo? Que 2019 sea un año memorable en nuestras vidas.

¡Feliz Navidad!

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“¡Quiero fracasar!” – “Dijo nadie nunca”

No nos engañemos, cuando esperas un resultado diferente del que finalmente consigues, realmente es una faena… por no decir otra cosa. A día de hoy no conozco a nadie a quien que le guste equivocarse por mucho que estén de moda las grandes frases sobre lo guay que es fracasar.

Sin embargo, tener la madurez y los recursos suficientes para entender lo sucedido, sacudirte el polvo y aprender para la siguiente ocasión, hacen que esa frustración haya merecido la pena. Hay personas que ante un fracaso no remontan, o tardan mucho tiempo en hacerlo y se regocijan en su sufrimiento, y otras personas sin embargo tienen la capacidad de seguir adelante rápidamente. ¿Dónde está la diferencia? Pues en el desarrollo de las habilidades que tiene cada uno y no en el fracaso en sí mismo. Me explico: hay personas que tienen un optimismo y una autoconfianza tan desarrollados que no van a ver fracaso en ningún error que cometan. Por tanto, la interpretación que hacemos de la realidad, e incluso, como la nombremos –error, equivocación, aprendizaje, fracaso, fallo, “cagada”…– van a condicionar nuestro seguir adelante ante un tropezón.

Cuando aprendemos de nuestros errores, ganamos experiencia, realidad, humildad, aprendemos a pedir ayuda –que, por cierto, es toda una habilidad y una gran fortaleza–… En definitiva, ganamos “callo” (aquello que se forma en nosotros después de que se unan los fragmentos de una fractura o por el roce de algo). El callo es la marca o señal de las personas resilientes. Tener callo te permite enfrentarte mejor a nuevas e inesperadas situaciones… aunque los callos también hay que cuidarlos ;).

Algunas recomendaciones para cuidar esos “callos”:

– Pasa el duelo y respétate. Equivocarse duele… por ello hay que recuperarse de ese dolor y el tiempo ayuda. Habrá negación, miedo, tristeza, enfado, etc. Cada emoción cumple su función y pasar por encima de ellas no nos hará sentir mejor, todo lo contrario. Así que no sirve no sentir.

– Busca un hilo conductor. Es decir, mira la situación como una historia. Eso te permite entender mejor lo sucedido, buscarle un sentido, un inicio y un desenlace, y por tanto un cierre. Lo que Steve Jobs en su famoso discurso de Stanford llamó “conectar puntos”. Al final se trata de encontrar el sentido a lo sucedido, y este ejercicio ayuda.

– Habla de ello, hazlo público. Compártelo con otras personas que puedan vivir una situación similar para ayudarlas. Está demostrado que la mejor forma de aprender y asimilar algo es enseñándoselo a otros. En mi caso, probé la experiencia hace unos años en un TEDx Moncloa, en el que hablé sobre mis tropiezos en la vida. Fue también la primera vez que hablaba de mi vida personal en público y para mí resultó realmente enriquecedor. Después muchas personas me han escrito contándome situaciones parecidas y agradeciendo que lo compartiera con ellas.

– Entra en acción. El movimiento contribuye a sentirnos mejor siempre, ya sea haciendo deporte o dedicándote a otro tipo de cosas. Acción, acción y acción. Es la única manera de que puedas aplicar lo que has aprendido y que sucedan cosas diferentes.

¡Ah! y cuidado con cómo nombras la realidad y cómo te hablas, cuál es tu discurso interior. La palabra fracaso es muy fuerte, son palabras mayores que implican mucha emoción ante lo sucedido y así es más difícil superarlo. Yo prefiero hablar de errores, tropezones, equivocaciones, que se refieren a cosas o situaciones concretas. Y, si no prueba, cuando te dices a ti mismo: “soy un fracasado” o “he fracasado” frente a “estaba equivocado”, “me he confundido”… Sin duda es menos tremendista, más esperanzador porque da lugar a remendar o resolver el error. Por si buscas inspiración, también puedes elegir alguna de esas citas que realmente nos animan a seguir. En este enlace de lifeder tienes cien. Hablar de fracaso implica inconscientemente que todo está perdido, que no hay salida, que no hay nada que hacer… inconscientemente nos castigamos, lo que aún nos atascará aún más. Por eso siempre renuncia al autocastigo (mira lo que te dices y cómo te lo dices), y sobre todo cuídate con palabras y gestos (sé compasivo contigo mismo), porque como dijo Truman Capote, el fracaso es el condimento que da al éxito su sabor.

¡Buena suerte!

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La compasión en la empresa y en la vida se transforma en beneficios

«Si quieres que otros sean felices practica la compasión. Si quieres ser feliz, practica la compasión». Dalai Lama

Chade-Meng Tan, ingeniero emblemático de Google –fue su empleado número 107–, llevó hasta el gigante norteamericano el mindfulness y la compasión, con tal éxito que hoy se dedica a su sueño más preciado: crear las condiciones para la paz mundial durante su vida. Sin duda es un gran objetivo pero tiene bien pensado cómo va a hacerlo. Lo cuenta en este vídeo de TED, por lo que no me voy a detener en los detalles. Lo que sí quiero hacer es extraer la esencia y poner mi pequeño granito de arena en su maravilloso sueño. Así que vamos a sintetizar cómo la compasión en las organizaciones revierte en beneficios no solo individuales sino también sociales y, por supuesto, económicos.

Primer beneficio de la compasión: crea líderes de negocios altamente efectivos.

El exingeniero de Google explica los tres componentes de la compasión: el afectivo, que es “yo siento por ti”; el cognitivo, que es “yo te entiendo”; y el de motivación, que es “yo quiero ayudarte”. Vemos que estamos hablando de algo más que de empatía y que la compasión nada tiene que ver con el componente negativo de “tener pena o lástima” de alguien, que solemos darle en la cultura latina.

En su libro Empresas que sobresalen, Jim Collins expone cómo los líderes de “nivel 5” son los que logran llevar a una empresa de algo bueno a algo grande. Su perfil habla de personas altamente capacitadas, que poseen dos cualidades importantes: humildad y ambición. Es decir, son muy ambiciosos pero en busca del bien común, lo que les vacuna contra la necesidad de inflar sus propios egos. Estas cualidades, en el contexto de la compasión, son los componentes cognitivos, afectivos y de motivación. Tal y como dice Meng: la compasión es la manera de crear líderes de nivel 5. “Y este es el primer beneficio de negocio convincente”.

Segundo beneficio de la compasión: tener mano de obra inspirada.

Los empleados se inspiran mutuamente hacia el bien común. Eso crea una comunidad vibrante, con energía, en la que las personas se admiran y respetan. En el vídeo Meng expone casos preciosos de los empleados de Google: “Uno llega al trabajo por la mañana y trabaja con tres tipos que de pronto deciden construir un hospital en la India. ¡Cómo no vamos a sentirnos inspirados por estas personas! ¡Los propios compañeros! Esta inspiración mutua promueve la colaboración, la iniciativa y la creatividad. Nos vuelve una empresa altamente efectiva”.

¿La fórmula secreta para fraguar la compasión en un entorno empresarial?

  1. Crear una cultura apasionada por el bien común. Pensar siempre en cómo tu empresa y tu trabajo contribuyen a ello.
  2. Autonomía. Si ya existe una cultura de compasión en tu organización, en tu equipo, permite a las personas moverse con libertad, harán lo correcto. Así que huye del micromanagement.
  3. Centrarse en el desarrollo interior y en el crecimiento personal. En Google, explica Meng, el enfoque de desarrollo del liderazgo hace mucho hincapié en las cualidades interiores como conciencia de uno mismo, autorregulación, empatía y compasión. “Creemos que el liderazgo empieza con el carácter. Incluso creamos un plan de estudios de siete semanas en inteligencia emocional que llamamos en broma ‘Buscar dentro de ti mismo’”, que, a su vez, tiene otros tres pasos.

Entrenamiento de la atención. La atención es la base de todas las capacidades cognitivas y emocionales. La idea es entrenar la atención para crear una calidad mental calmada y clara al mismo tiempo.

Desarrollar el autoconocimiento y el autodominio. Así, usando la atención creamos una percepción de alta resolución en los procesos cognitivos y emocionales. ¿Qué significa eso? Significa ser capaces de observar nuestro flujo de pensamiento y el proceso de la emoción con mucha claridad y objetividad, desde una perspectiva en tercera persona.

Crear nuevos hábitos mentales. Meng nos propone lo siguiente: “Imaginen que cuando conocen o se encuentran a otra persona, su primer pensamiento instintivo, fuera: Quiero que seas feliz. Quiero que seas feliz». Tener este hábito mental cambia todo en el trabajo y en la vida. Esta buena voluntad genera confianza, base para que las relaciones funcionen.

Mi propuesta no es que me hagas caso a mí… sino que veas este magnífico vídeo e investigues un poquito para que puedas aplicarlo en tu día a día, promoviendo la compasión allá donde vayas. ¿Te he convencido?

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