#2020, tres propósitos para cambiarme a mí

2020, preciosa cifra que abre una década impredecible. El mundo en 2030 será otro en muchos aspectos irreconocible. Los retos son inmensos: descarbonización, derechos humanos, inteligencia artificial, futuro del empleo,…

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Cómo enamorar a tus empleados, de verdad

Malas noticias: en este mundo volátil e incierto con fronteras líquidas, estamos en plena guerra por el talento y captarlo no es suficiente… es preciso enamorarlo.  Lector, puede que te preguntes: ¿Por qué? Porque buscamos…

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¿Muy enfadado? Distánciate de tus emociones

 

En estos tiempos de polaridades pueden surgir amenazas sociales intensas en la pantalla de nuestro móvil o en una conversación con alguien que desafíe nuestra visión de la vida, y nos hacen responder. Tu cuerpo reacciona como si estuviera amenazado por un gran depredador: libera adrenalina, pone tu corazón a mil y la tensión arterial por las nubes. Y todo para nada, o sí, para  llevarte un buen disgusto. Parece que no compensa. Una solución podría ser desconectarse del mundo, pero no creo que resulte ni fácil ni práctico, además de que nos perderíamos comprender otros puntos de vista.

La mala noticia es que no lo podemos evitar, es el precio de la evolución: el cerebro enjuicia la amenaza social de forma parecida a la física. La buena es que nos podemos entrenar en lo que Teresa Frisbie, directora del Programa de Resolución de Conflictos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Loyola, llama “distanciamiento personal”.

Interiorizar la práctica de distanciamiento personal puede ayudarnos a mantener la cabeza fría en situaciones conflictivas, y la clave es que en vez de distanciarnos del adversario nos distanciamos de nosotros mismos.

Pero… ¿cómo funciona?

– Cambia tu perspectiva a segunda o tercera persona. Ante una situación perturbadora, en vez de preguntarte ¿por qué me siento así?, reformularías a ¿por qué Marta se siente así? Casi siempre somos mejores aconsejando a nuestros amigos que a nosotros mismos. Un estado emocional más tranquilo y distanciado nos permite razonar con más equilibrio que cuando se vive como personal. El resultado, como apunta Frisbie, es calmarse, lo que a su vez ayudará a calmarse a los antagonistas, y se allanará el camino hacia la resolución  del conflicto.

– Reconocer los límites de nuestro conocimiento permite transitar a estados emocionales más tranquilos y optimistas. Un razonamiento inteligente reconoce que la vida es constante cambio, lo que lleva a lo que los investigadores llaman “razonamiento sabio”. Desde ahí es fácil entender que nuestra visión limitada del mundo tiene sus propios defectos.

– Practica el distanciamiento sin que nadie lo sepa. En una discusión acalorada prueba a hacer una pausa y mentalmente pregúntate ¿qué debe responder Marta a lo que le acaban de decir?  en vez de ¿cómo debo responder?

Se trata simplemente de cambiar el punto de vista de tu monólogo interior.

¡Ánimo!

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¿Sabes leer las emociones en los mensajes de texto?

¿Te ha pasado que un mensaje de texto te ha disparado los peores augurios? o ¿has pensado que el emisor era la persona más borde del planeta? A mí sí, muchas veces. No puedo negar que en más de x+1 veces, un WhatsApp o un mail me ha llevado al teclado a escribir lo que con toda seguridad hubiera provocado un desastre.

Mi freno está en que sé lo difícil que es interpretar las emociones de los otros incluso cara a cara, así que con textos cortitos sin expresiones faciales ni tonos de voz, el mal rollo puede estar asegurado.

Con este post quiero compartir unas claves sencillas para leer las emociones en los mensajes de texto, o al menos para no pisar el acelerador de las nuestras y dar espacio a la reflexión y la pregunta. Veamos…

– Ante la duda, piensa bien del otro. La brevedad de los mensajes de texto y las prisas eluden incluir el estado de ánimo. Por eso cuando un texto te contraríe, observa tus emociones y recuérdate que no tienes datos. No le des de comer a tu mente más demente con conclusiones y juicios que seguramente no tienen nada que ver con la realidad.

– Recuerda: todos tenemos sesgos cognitivos inconscientes. El problema es que no sabemos los del otro, a veces ni los nuestros propios. Así, la misma información puede llevar a personas diferentes a conclusiones muy diferentes.

– Las palabras provocan emociones. Importantísimo tenerlo muy presente, es decir lo que tú crees entender a lo mejor no es lo que te quiere decir. La misma palabra para una persona puede ser neutra, para otra positiva y para otra un insulto. La historia personal y el contexto determinan enormemente las emociones que una palabra desencadena.

– No asumas cómo se siente la otra persona. Con textos breves y entrecortados, sin la información sobre cómo se siente esa persona, es muy difícil acertar. En el mundo del texto, interpretar las emociones de los otros es un pasaje al error.

– Pregunta con inocencia. Es la clave para acabar con los malos entendidos. Así que pregunta desde la presunción de inocencia del otro, queriendo saber y no buscando la confirmación de nuestras interpretaciones.

– Recurre a la voz. No lo dudes, deja el teclado y llama cuando sientas que no entiendes y que el malestar te está secuestrando.

– Expresa tus emociones explícitamente. Incluye en tus mensajes tu estado de ánimo explícitamente con palabras o emoticonos. Evitarás más de un disgusto silencioso.

Utiliza los emoticonos a tu favor. Una imagen vale más que mil palabras. Si no sabes cómo sentará tu mensaje escrito, puedes clarificar tus intenciones con un símbolo sobre cómo te sientes.

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#PongamosDeModaLaPerseverancia

¿Quieres ser feliz? Trabaja tu perseverancia. Es un axioma que ha sido indestructible a lo largo de la historia de la evolución humana. Y aunque suene muy rotundo, es una de las cualidades más importantes para la felicidad. La perseverancia tiene que ver con seguir adelante a pesar de las circunstancias, mantenerte firme en tu propósito y no tirar la toalla cuando hay dificultades. Para ser perseverante, es fundamental tener claro el objetivo, el porqué, el propósito… que funcionan como motor y guía para seguir adelante.

Pero lo mejor es que la perseverancia se aprende, por lo que es fundamental sembrar esa semilla desde pequeños y cultivarla en la adolescencia.

En un mundo cada vez más volátil, la perseverancia como valor parece estar en crisis. Muchas personas no valoran esta cualidad porque la relacionan con la dificultad para el cambio, con la terquedad o con la necesidad de tener la razón. Sin embargo, la perseverancia no tiene que ver con estos comportamientos. Teniendo en cuenta los niveles de desarrollo de esta cualidad, en los más altos podemos encontrar lo que hoy se denomina “iteración”, tan de moda y muy valorada en las organizaciones. Iterar significa repetir una acción e ir mejorándola con la información obtenida hasta encontrar la óptima.

Anatomía de la perseverancia

Si deconstruimos la perseverancia, vemos distintos grados de desarrollo de esta cualidad. Así, en un nivel inicial, encontramos personas que persisten en sus objetivos a pesar de las dificultades. En un nivel medio de perseverancia, tendríamos a personas que son capaces de pedir ayuda para conseguir sus objetivos y seguir adelante. Y en el nivel más alto encontramos personas que, además, son capaces de dejar de hacer cosas que no contribuyen a su objetivo e incluso cambiar el rumbo cuando es necesario; aprenden de los errores y rediseñan su estrategia. Si no somos capaces de dejar de hacer o de realizar cambios en nuestra ruta, desde mi punto de vista, no hablaríamos de perseverancia sino de terquedad.

Además, las personas perseverantes actúan a pesar del miedo. No lo anulan, si no, serían kamikazes.

A su vez, la perseverancia está muy relacionada con el optimismo y es una de las cualidades más valoradas en las organizaciones, sobre todo en áreas comerciales que saben de primera mano lo importante que es.

La perseverancia marca la diferencia

Desde mi experiencia, la perseverancia marca la diferencia entre las personas. ¿Tanto? Sí, porque hoy en día ya no son tan importantes las decisiones, sino las ejecuciones. Una buena decisión mal ejecutada o que no se lleva a su fin, o que pierda fuerza, se convierte en una pésima decisión… y una mala decisión, si está bien ejecutada, si hay iteración y aprendizaje, puede transformarse en la mejor opción.

Así que sigamos el consejo del gran William James: «Actúa como si lo que hicieras marcase la diferencia. Lo hace». Al que yo añado: con toda la perseverancia de que seas capaz.

¡Cultívala y serás imparable! Por todo esto te propongo que #PongamosDeModaLaPerserverancia y disfrutemos de nuestros logros, que con esfuerzo sin duda nos llevarán a una mejor vida.

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