“Querer hablar y oírse no sale bien; y si hablarse a solas es locura, escucharse delante de otros será doblada.” Baltasar Gracián
Podemos hablar de comunicación como la habilidad para escuchar abiertamente y enviar mensajes convincentes. Comunicar no sólo es un proceso “hacia fuera”, es sobre todo un proceso “hacia dentro”. La ecuación de la comunicación es sencilla: (escuchar + hablar) * actuar (dar ejemplo).
Comencemos con lo más estratégico, comunicar es escuchar y el líder ha de hacer de la escucha una señal de identidad. La naturaleza es sabia, si tenemos dos orejas y una boca, por algo será. El líder del siglo XXI, es el que escucha. Escuchar, también es reconocer al otro. Al escuchar enviamos un mensaje claro, hablamos sin palabras, diciendo: “Eres importante para mí, por eso te estoy escuchando atentamente”.
Sigamos con lo típico, comunicar es hablar. El mensaje del líder debe generar ilusión en los demás, para ello, primero necesita hablar el mismo lenguaje y segundo generar atractividad. Los griegos la llamaron carisma, funcionar como un imán. ¿Por qué nos atraen más unas personas que otras? Son muchos los directivos humildes, honestos y coherentes, con las ideas muy claras, que tienden a creer que los conceptos “se venden solos”, por eso, no comunican. Craso error. Si tú no comunicas, otro lo hará por ti. Sin participación, sin diálogo, no hay compromiso. Liderar es conversar. Los ejecutivos que deseen ilusionar a los suyos han de hacerse visibles, cercanos, comprensibles… Estamos en la “economía de la atención” y a todos nos bombardean infinidad de informaciones, más o menos reales, de manera que es extremadamente difícil separar el grano de la paja. El auténtico carisma, el imán (que podemos reconocer en líderes como Gandhi, Mandela o Luther King) es, paradójicamente, “humildad más visibilidad”.
Y terminemos por lo que da sentido y contenido a la comunicación, el factor que multiplica la escucha y el habla: el ejemplo. Es el amplificador del los mensajes de todo líder, ya sea persona física o empresa. “Practica lo que predicas”, o “lo que haces habla tan alto que no me deja escuchar lo que dices”, son algunas formas de expresar el efecto multiplicador del ejemplo. De nada sirve que digamos algo, si hacemos lo contrario. Un ejecutivo sin trayectoria, sin evidencias, que se mueve a bandazos, difícilmente podrá generar ilusión en quienes le rodean. Lo más probable es que, consciente o inconscientemente, sea un demagogo, generador de una ilusión fugaz e inconsistente que a largo plazo, tiene el efecto contrario. Ahí queda eso…
Marta Romo