Tan solo existe 1 probabilidad entre 33 millones de que haya alguien en el mundo que comparta 5 fortalezas contigo. Este dato, revelado por un estudio de Gallup, nos invita a reflexionar sobre la singularidad de cada individuo y la importancia de reconocer y capitalizar nuestras propias fortalezas en un contexto de liderazgo.
Cada uno de nosotros es una pieza única, moldeada no solo por nuestras capacidades intrínsecas, sino también por nuestras experiencias y educación. En el ámbito del liderazgo, esto adquiere una dimensión particularmente interesante cuando consideramos las diferencias neurocientíficas entre hombres y mujeres. Distintos estudios han demostrado que existen dimorfismos cerebrales significativos que influyen en cómo hombres y mujeres lideran. Pero estas diferencias no se refieren a la capacidad o eficacia, sino más bien a cómo las características estructurales del cerebro, como el cuerpo calloso más grande en mujeres, facilitan la habilidad de manejar múltiples tareas simultáneamente.
Sin embargo, cada fortaleza tiene su contraparte. La misma capacidad que permite a muchas mujeres ejecutar varias tareas a la vez también puede llevar a una sobrecarga de trabajo y a un desgaste significativo. Aquí radica un desafío crucial para las líderes contemporáneas: identificar dónde están nuestros límites y atreverse a establecerlos. Esta tarea es particularmente pertinente en una era donde, aunque las mujeres han ganado terreno en muchas esferas de la vida, todavía enfrentan el enorme reto de equilibrar múltiples roles y expectativas.
Redefinir lo que significa ser mujer
A nivel individual, la lucha por las libertades y la equidad ha transformado de un esfuerzo colectivo a una batalla más personal e introspectiva. Las mujeres de hoy no solo están sobrecargadas de roles, sino que también se enfrentan a la necesidad de redefinir y negociar sus propios espacios y límites. Históricamente, los hombres han tenido siglos de práctica en establecer y defender sus territorios; las mujeres, por otro lado, están aún aprendiendo a hacerlo de manera efectiva y respetuosa.
Uno de los principales indicadores de un liderazgo bloqueado en mujeres es la prevalencia de frases como “tengo que…” o “debería…”, que sugieren una vida repleta de obligaciones impuestas. El antídoto a esto no es otro que la autenticidad y la congruencia, alineando lo que pensamos, sentimos y hacemos.
El autoconocimiento, como sugirió el Oráculo de Delfos con sus máximas “conócete a ti mismo” y “nada en exceso”, es vital. Al dedicar tiempo a entender nuestras fortalezas y debilidades inherentes, podemos identificar aquellas áreas donde aún podemos crecer, utilizando nuestras capacidades como palanca para dicho desarrollo.
Por último, es crucial recordar que, si bien las herramientas de liderazgo residen dentro de nosotros, solo a través del autoconocimiento y el autoempoderamiento podemos abrir esa puerta que nos lleva nuestras aspiraciones más preciadas. En un mundo que a menudo desalienta a las mujeres a aspirar alto —como a los niños que sueñan con ser astronautas—, debemos atrevernos a desafiar las expectativas y apostar por nuestro desarrollo personal y profesional.