La atención lo es todo, sin atención los logros de cualquier naturaleza no son posibles, pero hay algo que nos hace muy vulnerables: ¡Nuestras emociones! Ellas son las causantes de las grietas por las que se escapa nuestra atención. Ahora, si sabemos que esto es así, utilicémoslo a nuestro favor. ¿Cómo? La clave es una emoción maravillosa. La más poderosa de todas cuando de aprendizaje se trata: la sorpresa.
La sorpresa es la alteración del estado de ánimo causado un hecho inesperado y puede ser positiva o negativa. Cuando nos sorprendemos, se produce una desaceleración de la frecuencia cardiaca, aumenta el tono muscular y la amplitud respiratoria (muchas veces abrimos la boca para introducir una gran cantidad de aire al sorprendernos), varía nuestro tono de voz que también se amplifica.
Sabemos que es el núcleo accumbens que forma parte de los ganglios basales (agrupación de neuronas especializadas en procesar información sobre el movimiento) el protagonista en esta emoción, aunque la amígdala tiene un papel importante pues es quien decide si es positiva o negativa. ¿Cómo sucede este proceso evaluativo? En esta región existen agrupaciones de neuronas bien diferentes que funcionan a modo de circuito, que si uno se activa no se activa el otro y viceversa (circuito de amenaza y recompensa).
Cuando algo rompe la rutina, aunque sea un poco, nuestro cerebro enciende la alarma. Esto explica por qué todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo el 11-S, porque cada sorpresa impacta en el registro memorístico de lo sucedido. Pero lo más curioso de todo es que no solo recordamos el evento que nos sorprendió, sino que guardamos todo lo que ocurrió una hora antes y una hora después con mucha fuerza en nuestra memoria.
Psiconeurobiología de la sorpresa
La función real de la sorpresa es vaciar la memoria de trabajo de toda actividad residual para hacer frente a ese estímulo inesperado, así se activan al máximo los procesos atencionales, la exploración y la curiosidad… podríamos resumirlo diciendo que en nuestro cerebro se activa la actitud de aprendizaje.
Por tanto, la variación de rutinas para incorporar la sorpresa en entornos de aprendizaje es una de las estrategias más potentes para reforzar la memoria y la integración de conceptos.
Tras la sorpresa siembre aparece otra emoción, es una emoción desencadenante de otra, por lo que es muy efímera y no nos permite hacer reflexiones profundas.
El problema es que tras la sorpresa aparezca alguna emoción negativa: frustración, tristeza, aburrimiento, decepción. Este tipo de mociones son el caldo de cultivo para que nuestra atención se desconecte y se ponga a buscar otra novedad alrededor.
Dialéctica emocional
Te propongo aplicar lo que yo llamo dialéctica emocional (que puedes ver leer en este mismo blog sobre esta metodología) para activar la sorpresa ante una tarea que requiera encender tu atención. Sí, podemos programar la sorpresa en nosotros mismos, aunque parezca difícil. La sorpresa también tiene que ver con las expectativas, los deseos, la curiosidad y podemos utilizarlo a nuestro favor.
El ejercicio que te propongo tiene que ver con iniciar un diálogo interior antes de comenzar la tarea: hablarte a ti mismo para programarte para las tareas. Cuando hablamos, nuestro cerebro nos escucha. Se puede observar cómo cuando nos hablamos, se activan nuestras zonas auditivas, igual que sucede cuando estamos escuchando a otra persona. También puedes hacer el ejercicio por escrito y recurrir a el cada vez que necesites activarte de nuevo.
Ideas para activar la sorpresa
Antes de enfrentarte a la tarea, comienza a inducir la curiosidad en tu mente. ¿Cómo? Con preguntas sobre la tarea a la que te vas a enfrentar:
- ¿Qué espero de esta situación?
- ¿Qué me encantaría que sucediera con este tema?
- ¿Cómo me puede ayudar en mi vida?
- ¿Qué necesito saber con respecto a esta tarea?
- ¿Qué me gustaría que sucediera?
Podríamos concluir que la sorpresa es una emoción desencadenante de otra y sirve para activar nuestros recursos atencionales y memorizar lo sucedido. Por tanto, enfrentarnos a una tarea nueva, a una conversación, a un aprendizaje, haciéndonos preguntas sobre ello, activará nuestra curiosidad y deseo de atender.
La sorpresa y la activación de la curiosidad explican en parte por qué somos capaces de aguantar una serie o una película completa, sin apenas distraernos. Las historias generan en nosotros mucha curiosidad y los guionistas lo saben, juegan con nuestras expectativas para mantenernos “enganchados a la pantalla”.
Por eso, incorporar la curiosidad a través de preguntas, a través de conjeturas o historias que podemos inventarnos sobre un tema, una tarea o una persona con la que vamos a conversar es un recurso que funciona realmente bien.
Por otra parte, otro recurso para activar la curiosidad, las expectativas y en definitiva la sorpresa, es el juego. Jugar, compitiendo contigo mismo y con otros, puede ser una maravillosa herramienta, para “despertar” nuestra atención de manera natural. Está comprobado que, si generamos momentos lúdicos y nos permitimos “jugar” dentro de nuestra rutina, obtendremos muchos beneficios en términos atencionales:
- Mayor creatividad
- Reducción del estrés
- Vitalidad
- Facilitar el aprendizaje
- Mantener nuestra mente despierta y activa
¿Cómo puedes jugar en tu día a día cuando te enfrentes a una nueva tarea?
- Busca las diferencias con tareas similares
- Lee los textos como si estuvieras actuando o con acentos de otros países 😉
- Hazte preguntas sobre lo que vas a aprender
- Apuesta contigo mismo sobre el tiempo que le vas a dedicar.
La sorpresa proviene de desafiar las expectativas.
– Seth Godin