El ejercicio del liderazgo hoy en día supone aceptar y ayudar a los demás a navegar en el desequilibrio, en la incertidumbre, distinguiendo lo esencial de lo prescindible. Es necesario que el líder sepa manejarse en semejante entorno y ayudar a que los demás aprendan a tolerar las situaciones de incomodidad. El objetivo no es lograr la incomodidad -ya que la incertidumbre es debilitante para nosotros, pues perjudica el rendimiento y distrae del presente-, sino gestionarla buscando en todo momento ubicarse en la zona productiva de desequilibrio. Para explicarlo mejor, podríamos decir que por debajo de la zona productiva de desequilibrio, la gente se siente cómoda, satisfecha… y por encima de esta zona, las tensiones producidas son tan intolerables que comienzan a perjudicarnos seriamente. La neurociencia nos enseña que una leve incertidumbre atrae el interés y la atención, y que las situaciones nuevas y desafiantes, despiertan la curiosidad y la energía. Este sería el punto al que dirigirnos para ampliar nuestro “ancho de banda” y para saber si estamos en la zona productiva de desequilibrio.
“Ancho de banda” es el conjunto de estrategias y recursos personales de los que dispone un líder para movilizar e impulsar el cambio adaptativo en otras personas y en una organización. El primer destino para lograrlo es el autoconocimiento: realizar un inventario de las fortalezas, pues estas son las que llevarán al buen puerto, e identificar las barreras para anticiparlas y determinar en qué aspectos es necesario contar con refuerzos. Para aumentar el repertorio no queda otra alternativa que aumentar el nivel de tolerancia y reducir la necesidad de control. Esto es, aceptar la labor de generar caos, confusión y conflicto, tanto en uno mismo como en los demás. Implica prepararse a nivel personal para elevar los niveles de tolerancia al desorden, la ambigüedad y la tensión. Ejemplos de este comportamiento pueden ser hacer las preguntas que nadie quiere hacer o señalar incongruencias entre los valores que se sostienen y el comportamiento real. Este movimiento al filo de las expectativas de los demás es lo que permite impulsar el cambio -es mejor pedir perdón que pedir permiso-, aunque no siempre está bien visto.
Ampliar nuestro “ancho de banda”, como líderes, exige cambiar los comportamientos por defecto, adentrarse en terrenos desconocidos para aprender cosas nuevas y esto implica experimentar un inevitable periodo de incompetencia. Como vemos, expandir nuestra banda exige salir de la zona de confort, corriendo el riesgo de que puedan hacerse patentes nuestras debilidades. Normalmente, toda persona que se encuentra en una posición de autoridad mostrará una gran resistencia a mostrar aquellos aspectos en los que es ignorante o simplemente incompetente. Sin embargo, esta actitud es contraria a lo que los desafíos adaptativos exigen para ser resueltos: ir hacia lo desconocido para intentar a aprender algo de lo que carecemos. Es decir, reconocer que nos falta algo, que no sabemos, o que necesitamos. Para ello, a nivel organizativo será indispensable promocionar una cultura que valore el aprendizaje y no penalice el error; y a nivel personal requiere aceptar que somos vulnerables.
Para no perder el rumbo ante la incertidumbre, la emergencia, las prisas y el estrés, resulta fundamental clarificar el propósito de nuestro movimiento. Sobre todo, identificar aquellos propósitos mayores por los que estamos dispuestos a entregar esfuerzos y sacrificios. Tener la sensación de que existe una dirección que guía el proceso resulta incluso más útil que un objetivo claramente definido. Una percepción de direccionalidad, de saber hacia dónde se quiere ir, aunque no se pueda concretar qué se espera encontrar, permite volver atrás sobre los pasos dados, haciendo correcciones y redefiniendo el proceso. Definir un propósito común es algo complicado, ya que implica sacrificar algunos intereses de unos pocos por el bien de la mayoría. Sin embargo, su valor como guía es muy potente, por ejemplo a la hora de enfrentarse a decisiones difíciles, o como “faro en la tempestad”, cuando los resultados o perspectivas de futuro no sean demasiado halagüeñas.
Nadar por las aguas de la incertidumbre supone un gran desgaste, por lo que el líder debe estar alerta para evitar que sus esfuerzos le agoten por completo. Renovarse es un asunto urgente. Existen algunas estrategias para evitar dicho desgaste, veamos algunas:
– Construye una red personal de aliados, ya sea en forma de consejeros o de apoyo moral que te defiendan de posibles opositores y de tus propias debilidades.
– Busca formas de satisfacer necesidades (poder, aceptación, relevancia, amor, afiliación, control, etc.) fuera del ámbito laboral.
– Dedica tiempo a perseguir inquietudes personales (hobbies, grupos de referencia etc.).
– Vigila la propia salud. Ejercer el liderazgo adaptativo requiere fortaleza, por lo que será necesario contar con formas para evitar quedarse sin energías.
– Crea “refugios” de tiempo y espacio que permitan salir del ámbito profesional, de modo que puedas dedicarte a cuidar de ti mismo y reponer fuerzas, así como calmar tus necesidades y alimentar sus inquietudes.
– Contar con diversas áreas (familia, grupos de referencia, inquietudes etc.) que den significado a tu vida e importancia a las decisiones que tomas. Esto te hará menos vulnerable en caso de que surjan dificultades en una de ellas.
– Busca pequeñas victorias o satisfacciones diarias, es una buena estrategia para no perder energía a lo largo del proceso.
– No dejes pasar la oportunidad de ejercer el liderazgo: la vida, y no solo en el ámbito laboral, ofrece muchas posibilidades para enfrentarse a un cambio. Atreverse es el primer paso para crecer y ampliar tu “ancho de banda”.
Marta Romo, socia-directora de Be-Up
Publicado en Diciembre en Observatorio de RR.HH.