Todos los días nos enfrentamos con nuevos desafíos, con demandas extraordinarias para nuestra mente y nuestro cuerpo. No todos reaccionamos de la misma manera ante estas exigencias, las repercusiones del estrés están muy vinculadas a nuestra personalidad y con nuestra manera de relatar los acontecimientos que vivimos.
En nuestro día a día, pueden existir posibles detonantes del estrés que, de manera aislada, podrían no parecer preocupantes, pero que cuando se combinan o acumulan, pueden indicar la presencia de un problema más serio. Entre estos detonantes se incluyen:
- Falta de control sobre la agenda: La percepción de que no hay tiempo para nada importante y que solo se atiende lo urgente puede generar una profunda sensación de impotencia.
- Tensión física: La aparición de tensión muscular, rigidez e incomodidad son señales de que el cuerpo está reaccionando al estrés.
- Sobrecarga en el desarrollo personal: Cuando el crecimiento personal o el aprendizaje se sienten más como una carga que como un reto estimulante, el estrés puede estar haciendo mella.
- Dificultades en la toma de decisiones: Las dudas constantes y el miedo al error son indicativos de una mente sobrecargada.
- Problemas de concentración: Las dificultades para mantener el enfoque y las pequeñas pérdidas de memoria son signos comunes de estrés.
- Cambios en los hábitos diarios: Alteraciones en la alimentación, como optar por comida rápida, desajustes en los horarios de comida o el aumento en el consumo de alcohol, son respuestas habituales al estrés.
- Problemas para conciliar el sueño: Este es uno de los síntomas más frecuentes, especialmente cuando las preocupaciones invaden la mente antes de dormir.
- Habla acelerada y gesticulación excesiva: Este es un síntoma curioso pero revelador, que indica que la mente está operando a un ritmo demasiado rápido.
Además de estos síntomas, los altibajos emocionales son frecuentes. Es común encontrarse con personas que pasan de la risa desbordante al llanto profundo en cuestión de minutos. Cuando el estrés se prolonga, el cuerpo comienza a “hablar” a través de la somatización, manifestando dolencias físicas como migrañas, tics nerviosos, problemas cardiovasculares, asma, diabetes, úlceras, e incluso estados de shock.
El estrés en marcha, tres fases
- Pequeños cambios físicos: Al inicio, aparecen problemas digestivos o dolor abdominal.
- Búsqueda de compensación: El cerebro empieza a buscar sustancias que generen placer para contrarrestar el aumento de cortisol, lo que nos lleva a consumir más azúcar, alcohol, nicotina u otras sustancias calmantes.
- Enfermedad: En esta fase final, aparecen problemas de memoria, irritabilidad, síndrome de burnout, depresión y otras alteraciones de la personalidad.
Vivo con estrés, ¡qué hago!
Frente a los primeros síntomas de estrés, pedir ayuda es fundamental. Existe un punto de no retorno en el estrés donde uno mismo no es capaz de ayudarse, ya que la percepción de la realidad y el procesamiento de la información se vuelven sesgados y poco objetivos. Si un compañero de trabajo muestra signos de estrés, la cercanía y las conversaciones pueden ser útiles en los primeros momentos, aunque cuando el estrés se ha cronificado, la intervención suele ser más compleja.
Las organizaciones también tienen un papel crucial en la gestión del estrés. Durante la pandemia, muchas empresas implementaron programas de salud mental y apoyo a los empleados. Hoy en día, esta preocupación se mantiene, ya que los problemas de salud mental en el trabajo van en aumento. Las bajas laborales por “trastornos mentales y de comportamiento” se han duplicado en los últimos siete años.
Para combatir el estrés laboral de manera efectiva, es necesario realizar cambios estructurales tanto a nivel organizativo como individual. Aunque la formación, la sensibilización y la provisión de herramientas son importantes, si el trabajo diario está lleno de demandas excesivas, incertidumbre y falta de recursos, el contexto no favorece un ambiente de trabajo sereno.
Algunas empresas han adoptado medidas innovadoras para reducir el estrés, como permitir que los empleados lleven sus mascotas a la oficina. Aunque esta medida puede ser útil, tiene más de “moda” que de solución estructural. Es cierto que las mascotas, como perros o gatos, pueden tener un efecto terapéutico y ayudar a crear un ambiente más relajado, pero estas iniciativas deben ser parte de un enfoque integral que incluya cambios más profundos en la cultura organizacional.
Los líderes, primero
El papel de los jefes y colaboradores en la minimización del estrés y el aburrimiento dentro de las organizaciones es fundamental. El proceso debe comenzar con uno mismo, ya que el ejemplo que dan los líderes es crucial. Los neurocientíficos destacan la existencia del Síndrome del Liderazgo Bloqueado, un fenómeno que ocurre cuando el cerebro se sobrecarga al punto de no poder procesar la información de manera fluida ni ofrecer respuestas creativas. Este síndrome se manifiesta a menudo en una mayor irritabilidad y somnolencia entre los líderes afectados.
Investigaciones de expertos como Jessica Payne, de la Universidad de Notre Dame, y Stephen Thomas, de la Southampton School of Management, subrayan que, para superar este síndrome y mantener nuestro cerebro en óptimas condiciones, necesitamos incorporar tres elementos clave en nuestra rutina diaria: un sueño de calidad, niveles moderados de estrés y emociones positivas. Estos factores no solo ayudan a mantener un cerebro activo y saludable, sino que también señalan que un cierto nivel de estrés es beneficioso y necesario. El verdadero problema surge con la sobrecarga y la prolongación del estrés, lo que subraya la importancia de una gestión equilibrada tanto a nivel individual como organizacional.