Consejos para aprender y desaprender en estos “tiempos modernos”:
- Familiarizarse es más importante que entender: sí, aunque parezca paradoja, uno aprende mejor cuando repasa los temas como quien pasea por una ciudad nueva. No se trata de “negarse a entender”, sino de no preocuparse cuando uno no entiende lo que lee, o lo que escucha. La frecuentación repetida con las nuevas ideas y el nuevo vocabulario que las expresa hace milagros. Esto es algo obvio en el caso de aprendizaje de idiomas, pero no lo es tanto en materias abstractas como lógica o programación informática. Y parece que es, incluso, una pérdida de tiempo en materias humanísticas o científicas. Pero es posible, repasando los temas prestando la atención que podamos, pero simultáneamente relajándonos para captar los aspectos globales y no sólo los detalles.
- Dejar el tema (reposarlo) es bueno para aprenderlo: conviene hacer descansos, donde se abandona totalmente el estudio, para retomarlo luego. Esos días sin “trabajar” nos ayudarán a reposar el conocimiento y al volver descubriremos que hemos adquirido una nueva comprensión y nuevas preguntas surgirán en nuestro cerebro.
- Traducir lo nuevo a estructuras con vida, a historias: convierte en imágenes todo lo que sea “imaginable”. Se trata de “vivir” lo que se aprende. De la misma manera que ayuda -si se aprende un idioma- ver películas o escuchar la radio en ese idioma, también hay que intentar recrear otro tipo de aprendizajes aunque sean muy abstractos. Cuenta cuentos, historias… te recomiendo el libro “¡Será mejor que lo cuentes!”, de Antonio Núñez (Ed. Empresa Activa)
Un bebé no aprende para ser un adulto “de provecho”, simplemente hace lo que le gusta y le encanta aprender.
- Acostumbrarse a resumir y llevar una especie de “libro de viaje” o libro de aprendizaje: usar esquemas, pero también palabras claves, o frases cortas tipo titulares periodísticos. Describirnos a nosotros mismos el aprendizaje como un paseo por un país nuevo, comentando las cosas que no entendemos y las cosas que nos gustan. Nuestras emociones frente a esos nuevos “objetos”, serán nuestras aliadas y nos ayudarán a entenderlos, aunque nos parezca que no los estamos “estudiando”. Te recomiendo los legendarios Moleskine.
- Olvidarse de los objetivos si queremos realmente aprender: esta tal vez sea de las recomendaciones más difíciles, sobre todo en un entorno de presión continua como es el empresarial. Un bebé no aprende para ser un adulto “de provecho”, simplemente hace lo que le gusta y le encanta aprender. Después advertirá que esto que le gustaba se convierte en un trabajo, una obligación… y sentirá rechazo frente a la presión ambiental, esto nos ha pasado a todos, ¿verdad?. Pero si, queremos aprender de verdad, lo que se dice “aprender”, hay que hacerlo con disponibilidad de tiempo y sin sentir la presión de los objetivos.
- ¡No hay aprendizaje sin actividad!: este principio es “de oro”. Cuanto más activos estemos, más aprenderemos. Y se aprende cuando se es capaz de aplicar creativamente lo que hasta hace un tiempo era nuevo y desconocido. Aprender no es memorizar; aprender no es estar en condiciones de dar una conferencia sobre un tema. Aprender es “metabolizar” lo nuevo de tal manera que ya forma parte de nosotros como cualquier impulso genético. Al aprender, de verdad, uno modifica la naturaleza; crea naturaleza.
¿Y tú, creas naturaleza?